"Tras considerarlo detenidamente, se abandona el plan de instalar una fábrica de baterías en Oklahoma (EE. UU.)". El anuncio lo hizo recientemente el proveedor de baterías de Tesla, la japonesa Panasonic. Y no se trata de un caso aislado.
En enero, la surcoreana LG "aparcó indefinidamente" sus planes de construir una fábrica de baterías en Estados Unidos en colaboración con GM; en julio, la empresa china de Taiwan TSMC anunció que retrasaba la producción en Estados Unidos hasta 2025 por falta de trabajadores cualificados; en octubre, la japonesa Honda anunció que abandonaba su plan de producir coches eléctricos baratos en colaboración con GM, y Ford retrasó su asociación con SK On de la República de Corea en la producción de baterías en Kentucky. Este año, varias empresas internacionales de renombre han abandonado o pospuesto sus planes de construir fábricas en Estados Unidos. Cuando el Gobierno de EE. UU. ha introducido una serie de incentivos y subsidios para atraer a las empresas a invertir en el establecimiento de fábricas allí, ¿por qué recibe la "respuesta opuesta del mercado"?
Para resolver el problema del vaciamiento de la industria manufacturera, varios Gobiernos estadounidenses han hecho de la "reindustrialización" una prioridad política clave, con la esperanza de estimular el empleo en Estados Unidos. El Gobierno actual ha lanzado incluso una serie de subvenciones y políticas de desgravación fiscal. Sin embargo, algunos análisis han señalado que la desventaja de costes de Estados Unidos, la falta de coherencia de la política industrial, la estructura económica excesivamente inclinada hacia el sector financiero, etc., han aumentado la dificultad de reactivar la industria manufacturera.
Y lo que es más importante para las empresas que, cuando invierten, esperan tener un entorno macroeconómico y empresarial estable, propicio para el desarrollo a largo plazo. Según informan los medios de comunicación estadounidenses, las negociaciones entre la surcoreana LG y General Motors se han estancado, en parte porque los ejecutivos de LG están preocupados por las perspectivas macroeconómicas de Estados Unidos.
Además, Estados Unidos también ha politizado las cuestiones económicas añadiendo diversas cláusulas "quitamiedos" a las políticas pertinentes, minando así la confianza y la motivación de las empresas. Por ejemplo, el Acta del Chip y la Ciencia establece que las empresas pertinentes deben hacer elecciones exclusivas a la hora de construir fábricas en Estados Unidos; el Acta de Reducción de Inflación establece que los vehículos eléctricos producidos en Estados Unidos no pueden contener a partir de 2024 componentes de baterías fabricados o ensamblados en China. Sin duda, esto supone un obstáculo insalvable para las empresas. En la actualidad, las baterías de vehículos eléctricos de China representan más de la mitad del mercado mundial, el suministro de algunos materiales puede satisfacer el 90 % de la demanda, ¿es fácil un "desacoplamiento" con China? Miles de vendedores de automóviles de todo Estados Unidos han enviado recientemente una carta conjunta en la que piden al Gobierno que detenga el "radical" programa de desarrollo de vehículos eléctricos.
Lo que preocupa a los estadounidenses es que obligar a la industria a "replegarse" a EE. UU. no sólo aumenta los costes para el consumidor, sino también puede causar enormes gastos para alimentar la inflación. Los medios de comunicación estadounidenses informan de que en esta Navidad los precios de los regalos siguen subiendo, más de un tercio de los estadounidenses decidieron no hacer regalos y el 42 % de los propietarios de pequeñas empresas dijeron que no podían permitirse pagar la extra normal de Navidad. ¿Qué decisión ha tomado el mercado en este aluvión de reacciones? La respuesta es evidente.