El intento de Japón de introducir la OTAN en Asia-Pacífico es un tanteo al borde del precipicio

CRI 2023-02-02 21:11:42
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El Primer Ministro japonés, Fumio Kishida, mantuvo recientemente conversaciones con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, que se encontraba de visita en Japón. En una declaración conjunta, ambas partes exageraron la llamada "amenaza militar" china. Fumio Kishida afirmó que Japón consideraría la posibilidad de participar regularmente en el Consejo del Atlántico Norte, el órgano de toma de decisiones de la OTAN, y participaría claramente en la cooperación de defensa de la OTAN en la región Asia-Pacífico. Esto comprueba lo que el mundo exterior ha estado juzgando todo el tiempo: ciertas fuerzas de Japón están intensificando su connivencia con fuerzas externas para sus propios fines egoístas, introduciendo el riesgo de conflicto y confrontación en la región Asia-Pacífico, que pueden describirse como aquellos que dejan entrar en casa a lobo.

Bajo el impulso de Estados Unidos, la OTAN ha ido expandiendo sus tentáculos hacia la región de Asia-Pacífico en un intento de crear una "versión de la OTAN en Asia-Pacífico", y Japón es uno de los principales socios que ha identificado. Ambos están unidos no sólo porque Japón es un seguidor incondicional de Estados Unidos en la región de Asia-Pacífico y apoya la llamada "estrategia Indo-Pacífica" de Estados Unidos, sino también porque Japón tiene la ambición de volver a la senda de gran potencia militar y la necesidad mutua de prestar fuerza a la OTAN en el plano de la defensa.

La serie de acciones de Japón parece seguir los pasos de Estados Unidos y la OTAN, pero en realidad está jugando su propio juego político. En los últimos años, el panorama geopolítico mundial ha experimentado profundos cambios, y Estados Unidos toma erróneamente a China como su "principal competidor", lo que ha dado a las fuerzas políticas de derechas japonesas la oportunidad de revocación. Con el telón de fondo de la escena política japonesa día a día conservadora, su política relativamente racional y pragmática hacia China ha seguido desvaneciéndose, y Japón ha sido uno de los países asiáticos con la exageración más agresiva sobre la "amenaza china".

En enero de este año, cuando el primer ministro japonés, Fumio Kishida, visitó cinco países occidentales, difundió rumores y disparates contra China. En un discurso pronunciado en Estados Unidos, Kishida afirmó que "China es el principal desafío al que se enfrentan Japón y Estados Unidos". Algunos analistas afirman que Japón, como anfitrión de la cumbre del G7 de este año, se está empeñando en protagonizar la trama contra China. No es difícil ver su intención detrás de esto: envenenar al público japonés para manipular la opinión pública nacional, pero también para satisfacer el gusto de las fuerzas antichinas en Estados Unidos y Occidente. De este modo, Japón tendrá menos resistencia para romper las ataduras de su política de seguridad y superar las limitaciones de su Constitución de paz, logrando así el objetivo de acelerar la expansión de su poder militar y ser en un "país normalizado".

En materia de política de seguridad, Japón ha dado muchos pasos negativos en el último año. En concreto, a finales del año pasado, el gobierno japonés adoptó una nueva versión de la “Estrategia de Seguridad Nacional”, la “Estrategia de Defensa Nacional” y el “Plan de Preparación de las Fuerzas de Defensa”, tres documentos de política de seguridad, en los que afirmaba que Japón se comprometía a tener capacidad de contraataque (capacidad de atacar bases enemigas), lo que causa gran inquietud entre los países vecinos.

Las fuerzas de extrema derecha japonesas, que no han sido completamente liquidadas tras la Segunda Guerra Mundial, esperan la oportunidad de "causar problemas en el vecindario". O, más bien, intentan provocar problemas y empujar a la región Asia-Pacífico en la dirección de "surgir problemas", con la esperanza de revivir el viejo sueño del militarismo. Pero el siglo XXI no es la época en que Japón invadía a sus vecinos por la fuerza. Japón no está hoy en condiciones de volver al viejo camino. Si los políticos japoneses insisten en dejar el lobo entrar en la casa y trastornar la región Asia-Pacífico, se avecina el precipicio y abismo.

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