El “nacionalismo vacunal” conduce a un doble desastre moral y económico
El 13 de marzo los primeros ministros de seis países europeos -Bulgaria, Austria, la República Checa, Eslovenia, Letonia y Croacia- enviaron una carta conjunta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en la que instaban a la UE a debatir el reparto equitativo de las vacunas contra el nuevo coronavirus lo antes posible. Anteriormente, el canciller austriaco Sebastian Kurz criticó la distribución de las vacunas por considerarla injusta y no acorde al "espíritu de la UE".
La pandemia de COVID-19 surgió hace más de un año. Recientemente, ha habido un gran desacuerdo entre los países en torno a la distribución, el acaparamiento y el comercio privado de la vacuna. Incluso la administración de Biden, que ha proclamado públicamente que "América ha vuelto", ha hecho oídos sordos a las necesidades urgentes de sus aliados europeos. Según la NBC, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo el día 12 que Estados Unidos no proporcionó vacunas a ninguna de las partes, lo que no tiene que ver con Europa, sino con el enfoque y las prioridades de Estados Unidos. Esta afirmación se parece más a que la ampliamente criticada "EEUU Primero" está "de vuelta".
La Alianza Popular para las Vacunas, una coalición de organizaciones internacionales, descubrió a través de un análisis de las suscripciones a ocho vacunas contra COVID-19 que 30 países de bajos ingresos y 37 países de ingresos bajos y medianos sólo tienen acceso a las vacunas a través del programa de COVAX, dirigido por la Organización Mundial de la Salud. La lentitud del acceso a la vacuna significa que es poco probable que el 90% de la población de estos países esté vacunada para 2021. Más de la mitad de vacunas han sido adquiridas por países ricos que sólo cuentan con el 14% de la población mundial, entre ellos Canadá, que ha pedido una cantidad suficiente para administrar cinco dosis para cada persona en el país. Según un artículo publicado en el South China Morning Post el 14 de marzo, el 75% de la vacuna contra el nuevo coronavirus se concentra en 10 países, mientras que 130 países no han recibido ni una sola dosis hasta la fecha, según las Naciones Unidas. Los miembros del G7 han conseguido suficientes reservas de vacunas como para tres dosis por ciudadano, lo que socava los esfuerzos para avanzar en el programa de COVAX. La OCDE es aún más pesimista al predecir que algunos países pobres podrían tener que esperar hasta 2024 para empezar a vacunar.
Ya en enero, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió que el mundo se enfrentaría a un desastre moral y económico si no se superaba el "nacionalismo vacunal" y las vacunas no se distribuían de forma equitativa. De hecho, el comportamiento egoísta y miope de algunos países occidentales en la cuestión de la distribución de las vacunas no sólo ha exacerbado la "brecha de la inmunización" entre diferentes países y grupos, sino que también creará una nueva y mayor "brecha de desarrollo" en las esferas económica y social. Un informe encargado por la Fundación de Investigación ICC concluyó que el "nacionalismo vacunal" podría costar a la economía mundial hasta 9,2 billones de dólares.
En la 46ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el Secretario General Antonio Guterres subrayó que la vacuna contra el nuevo coronavirus debe convertirse en un bien público mundial, accesible y asequible para todos, y que "defender la equidad de las vacunas es defender los derechos humanos, mientras que aprobar el nacionalismo de las vacunas es despreciar los derechos humanos". Guterres también dijo el día 11 que la vacunación mundial es "la mayor prueba moral de nuestro tiempo" y que garantizar la vacunación para todos es esencial para reiniciar la economía mundial y "ayudar al mundo a pasar de un bloqueo de sociedades a un bloqueo de virus".
Es justo que la voz principal de la comunidad internacional rechace el "nacionalismo vacunal" y haga que la distribución de la vacuna sea más favorable para los países en desarrollo y subdesarrollados. El Consejero de Estado y Ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, subrayó recientemente que China está firmemente comprometida con desempeñar un papel de "primer nivel" en la distribución justa de vacunas: "Nos oponemos al ‘nacionalismo de las vacunas' y no aceptamos la creación de una 'brecha de inmunización', y nos resistimos a cualquier intento de politizar la cooperación en materia de la vacuna."