Hacia una nueva reunión del G-20
En pocos días más se llevará una nueva reunión del Grupo de los 20 (mejor conocido como G-20). Esta ocasión tendrá varios condimentos especiales que se agregan al ya evidente que implica tener frente a frente a los principales líderes mundiales, y a ministros de diversas áreas de los gobiernos participantes (sobre todo los ministros de finanzas y economía) y a los funcionarios que dirigen los bancos centrales de esos países.
Hacia una nueva reunión del G-20
En el marco de una seria crisis que transitan otros espacios de representación internacional, el G-20 se ha convertido en un foro clave para la coordinación y la gobernanza macroeconómica global. Por ese motivo, se espera la participación de representaciones de otros países y organismos no formalmente incluidos en el Grupo, pero cuya importancia es indiscutida, entre ellos España, Chile, los Países Bajos, los presidentes de la Comunidad del Caribe, de ASEAN y de la Unión Africana, entre otros.
Parte del prestigio del G-20 no se funda solamente en la presencia de los primeros mandatarios de los países más desarrollados y poderosos del planeta. En momentos difíciles -como lo fue la crisis de 2008- el G-20 fue un actor clave para avanzar en la reforma del sistema financiero mundial, poniendo un dique de contención a lo que se anunciaba como una posible depresión mundial.
Argentina y el G-20
Para la Argentina será una ocasión especial. Recibir a las más de 7000 personas que rodean a todo el colectivo de personas vinculadas con el G-20 y convertirse en escenario de un encuentro de tal relevancia global no es algo que haya ocurrido anteriormente. Más aún en la situación de debilidad que se encuentra Argentina hoy en día, tratando de equilibrar una situación económica que, además, viene sufriendo con las olas de la crisis internacional. Esta crisis tiene la característica que castiga, particularmente, a aquellos países llamados “emergentes” y cuyas economías están justamente débiles en el sector externo.
Para Argentina que la reunión produzca avances en algunos aspectos de la gobernabilidad mundial será importante por los motivos antedichos. Al mismo tiempo, la participación como dueño de casa y el éxito en la organización del evento, serán de mucha ayuda en un momento en que el país necesita mostrar credibilidad y previsibilidad a los organismos internacionales de financiamiento, al mercado ya lo países más desarrollados.
La presidencia argentina del G20 ha elegido como los temas que guiaran su trabajo los referidos al futuro del trabajo en un mundo en cambio, la cuestión de la infraestructura como un determinante insoslayable para el desarrollo y lo referido a la seguridad alimentaria en un mundo en que el hambre sigue siendo un problema sin resolver.
Los encuentros bilaterales y la Cumbre de Líderes (con la consabida foto de familia) será el momento central del encuentro, pero la actividad comenzó varios meses antes con diversas reuniones y jornadas de trabajo. Alrededor de los eventos ya realizados, y los que aún quedan por realizar, también habrá mucho trabajo y se esperan debates y avances en torno a otras temáticas que, si bien menos atendidas por la prensa, resultaran muy trascendentes ya que hacen a temas trascendentes para la humanidad en general.
El G-20 en un mundo dividido
Pero esta reunión del G-20 se realiza en un momento muy complicado del mundo. La reunión se formalizará en medio de un fuerte enfrentamiento entre dos grandes fuerzas que buscan imponer sus proyectos e ideas, una por sobre la otra. Su presentación ante la opinión pública internacional fue la llamada “guerra de las tarifas” pero este conflicto es más un síntoma de ese enfrentamiento y no su punto central. El choque por los aranceles acapara los medios de comunicación por la importante presencia y el poder de ambos contendientes, China y los Estados Unidos.
Este conflicto, sin embargo, no fue buscado por ambas naciones y dio comienzo cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó unilateralmente a aplicar políticas proteccionistas y a romper trabajosos consensos logrados en materias de comercio internacional.
Pero es importante reiterara que este enfrentamiento no se produce solamente por diferencias entre dos países. Por supuesto que también excede cuestiones vinculadas al mal carácter o la actitud de un presidente, por más poderoso (y hostil) que sea. En el fondo de la cuestión, se está produciendo una disputa entre dos visiones opuestas sobre del futuro del mundo, dos posiciones acerca de la globalización y la actitud que el mundo debe tener ante este fenómeno que caracteriza la vida actual de nuestras sociedades.
La visión que lidera el presidente Trump no es novedosa, por el contrario, es en sus planteos básicos, una vuelta a un pasado conocido y que solo trae violencia y problemas para la mayoría de los países. El presidente republicano plantea un fuerte retroceso en la posición de los gobiernos norteamericanos frente al mundo globalizado. En esa perspectiva, Estados Unidos no se encuentra solo, el gobierno inglés (y el triunfo del controvertido Brexit) son parte de esa misma idea.
La posición expresada en múltiples ocasiones por el presidente Trump renuncia expresamente a la idea de utilizar los aspectos positivos y las oportunidades que ofrece la globalización. En cambio, posee una mirada negativa que plantea el regreso a la lógica de los Estados nacionales a través de una estrategia nacionalista y cerrada.
En ese esquema de funcionamiento, cada país solo debe preocuparse por lo que ocurre fronteras adentro. Al mismo tiempo no admite responsabilidades por las consecuencias globales de sus acciones. Por esa misma razón, cuestiona e impugna los organismos internacionales como las Naciones Unidas y sus distintas agencias.
Pero cuando el país que lleva adelante esta estrategia tiene el tamaño –en todo sentido- de los Estados Unidos, esa conducta adquiere formas irresponsables cuyas consecuencias, en gran parte, están pagando los países emergentes. La rencilla de Trump con el presidente turco Erdogan, es solo una muestra de este tipo de acciones que tuvo repercusiones negativas en las economías de muchos otros países, entre ellos, Argentina.
China y la posibilidad de un mundo abierto
Por el otro lado existe una posición muy diferente, casi ubicada en las antípodas de la antes descripta y que lidera China acompañada de múltiples países de todos los continentes, incluyendo tradicionales aliados norteamericanos, como a Unión Europea y por supuesto también, los principales dirigentes de los distintos organismos internacionales.
Este grupo mayoritario de países considera que la globalización es un fenómeno que debe ser aprovechado y que las posibilidades de innovación que ofrece el cambio tecnológico pueden mejorar la vida de los ciudadanos de todos los países. En este sentido propugnan construir vínculos abiertos donde las relaciones comerciales no están sujetas a egoísmos nacionalistas.
Por supuesto que todos admiten que la globalización también puede tener aspectos negativos, por eso es importante apostar a un mundo equilibrado y pacifico donde los organismos internacionales -como la Naciones Unidas- sean el espacio para organizarse y para enfrentar los problemas y los desafíos que surjan y a los que los países individualmente no puedan dar respuestas.
China ha cumplido una gran tarea en ese sentido. Es la locomotora de este gran conjunto de países que no piensan el futuro con recetas del pasado. El liderazgo del presidente Xi ha profundizado las políticas que su país inició hace 40 años y además, le dio un nuevo impulso y una marca personal: las infraestructuras son fundamentales para que este mundo este interconectado de manera menos desigual.
La iniciativa conocida “one belt one road” es justamente eso, y además, una muestra de la importancia de los vínculos internacionales, del trabajo conjunto y de que encerrarnos en nuestros países (y olvidarnos del mundo) no puede ser la solución a los problemas.
Esta reunión del Grupo de los 20 será una buena oportunidad para avanzar en este sentido. El mundo necesita del liderazgo chino en ese camino y al mismo tiempo, los demás países deberán hacer su aporte para que el futuro que nos espera, sea un tiempo de paz y prosperidad.
Fernando Pedrosa
Universidad de Buenos Aires