Daniel, el valiente
Me contaron unos amigos argentinos radicados en Beijing que un coterráneo viajaba a Corea del Norte en el mismo tour al que yo me animaba, en la primera quincena de febrero de 2016. Me dijeron que era "un periodista, un viajero, un pendejo aventurero".
–Are you from Argentina? –preguntaba a los que encontraba en la estación de trenes de Datong, punto de salida a Pyongyang, capital norcoreana. Así conocí a Daniel Wizemberg, en el purgatorio de los viajes todos.
Nos tocó compartir camarote con un inglés, algunos canadienses y un indonesio. En una algo intensa revisión por parte de los soldados de las tierras del Juche, estos trabajadores de la guerra confundieron al de Indonesia con uno de los suyos por unos minutos. Luego devino una situación muy graciosa, que no merece ser contada por el mismo temor a arruinar su esencia.
Daniel recorre el mundo, está escribiendo un libro con crónicas de sus viajes a territorios en conflicto y otros que no sufren tanto. Pasó por Haití, Cuba, Siria, Corea del Norte, Armenia. Y la lista completa está en el planisferio.
A Daniel le sorprende "la normalidad, el congelamiento de las noticias, el olvido cotidiano que hace que esa rutina sea posible", ejemplificando con Siria. Su espíritu inquieto une definitivamente a Traveler y Oliveira, los de la Rayuela de Cortázar, compartiendo a la Maga sin límite alguno.
Se queda unos días en Beijing. Escribe o trabaja casi todo el tiempo. Una siesta miramos Gabo, el documental sobre García Márquez. Creo que lo inspira un poco. A mí me genera algo interesante, una adrenalina estática, de las que revuelven el espíritu y te dejan fuera de foco y enfocado. Luego de esa hora y media, él sigue tipiando en su mini portátil, apenas masticando unas almendras y tomando café.
Politólogo de la UBA, periodista de Le Monde, Revista Anfibia y Am 750. Y mucho más. Ese es Daniel, el mismo que narra, con misma facilidad, un sketch de Diego Capusotto y sus videos mientras toma una cerveza tibia o parafrasea a McLuhan descubriendo a través de la ventana.
Daniel continúa su viaje, siempre, eterno. El mundo queda siempre a la vuelta de su casa.