A finales de julio, Filipinas y Estados Unidos celebraron una nueva ronda de conversaciones "2+2" entre ministros de Relaciones Exteriores y ministros de Defensa. Era la primera vez desde 2013 que Filipinas acogía las reuniones. Antes de eso, China y Filipinas habían llegado a un acuerdo temporal sobre el control de la situación en el arrecife Ren'ai. Sin embargo, para Estados Unidos, el mar Meridional de China no puede estar estable, que puede verse en la declaración conjunta emitida por Filipinas y Estados Unidos.
Tras las conversaciones, el secretario de Estado de Estados Unidos, Blinken, anunció que su país aportaría 500 millones de dólares para reforzar las capacidades de defensa filipinas. En la reunión, el presidente filipino, Ferdinand Romuáldez Marcos, pidió contactos regulares entre ambas partes para ayudar a Filipinas a "responder con flexibilidad" a China y a las tensiones marítimas relacionadas. Estos movimientos sugieren que Estados Unidos es el mayor factor incontrolable que influye en la política filipina hacia China y el mar Meridional de China.
En la actualidad, China y Filipinas han llegado a un acuerdo temporal para controlar la situación en el arrecife Ren'ai, pero ¿pueden ser optimista? Teniendo en cuenta las continuas insinuaciones de Estados Unidos y el capricho de la parte filipina, tienen que observar las posiciones y acciones de Filipinas para ver cuál será su próximo movimiento.
Como un país asiático, Filipinas, al tratar las disputas marítimas, debería haber dado prioridad a la paz y la estabilidad regionales, en lugar de seguir el ejemplo de potencia extraterritorial. Sin embargo, desde que la administración de Ferdinand Romuáldez Marcos asumió el poder, seguir, confiar y reforzar la alianza entre Estados Unidos y Filipinas parece haberse convertido en la política nacional. En este contexto, las decisiones de Filipinas en la cuestión del mar Meridional de China se ha caracterizado por una falta de pensamiento racional sobre los intereses y estrategias nacionales, una dependencia extrema de las fuerzas externas y un fuerte sentido del individualismo, lo que ha dado lugar a frecuentes incoherencias, retrocesos e incluso disonancias políticas entre distintos departamentos.
Algunos políticos filipinos deberían darse cuenta de que los compromisos de seguridad adquiridos de Estados Unidos no son más que palabras vanas, y que Estados Unidos nunca se enfrentará a China por ello una vez que estalle un conflicto entre China y Filipinas; y que el objetivo último de la alianza de EE. UU. con Filipinas es servir a su hegemonía global, lo que no traerá paz y prosperidad, sino que hará que Filipinas se pierda a sí misma y se precipite sin sentido al frente de la competencia entre grandes potencias, poniendo así en peligro la paz y la estabilidad regionales. Por esta razón, el comportamiento aventurero del Gobierno filipino en la cuestión del mar Meridional de China ha pasado desapercibido en la ASEAN.
La 57ª Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la ASEAN, celebrada a finales de julio, adoptó un comunicado conjunto en el que se subraya la importancia de la aplicación plena, efectiva y completa de la Declaración sobre la Conducta de las Partes en el mar Meridional de China y se anima a llegar pronto a un código de conducta efectivo y sustantivo. Esta declaración rechaza la propuesta del Gobierno filipino de formular un código de conducta en el mar Meridional de China por su cuenta, sin el apoyo de China, y demuestra que es consenso de los países de la ASEAN tratar las disputas de manera pacífica y salvaguardar la paz en el mar Meridional de China.
Si echamos la vista atrás en la historia, en la década de 1960, el ex presidente filipino Diosdado Macapagal inició una política de diplomacia que buscaba un retorno a Asia reestructurando las relaciones entre Filipinas y Estados Unidos y desarrollando vigorosamente las relaciones con sus vecinos asiáticos. Hoy, esa tarea dista mucho de haberse completado. Filipinas no es la Filipinas de Estados Unidos, sino la Filipinas de Asia. Frente a las inducciones de Estados Unidos, Filipinas necesita más sobriedad y racionalidad, y su política exterior debe volver a centrarse en la región y en la buena voluntad con sus vecinos. Esta es la opción correcta para el interés nacional y el bienestar del pueblo filipino.