La “bola de nieve” del desastre sanitario provocado por el hombre en EE.UU. sigue creciendo

CRI 2020-11-22 09:29:26
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“Estados Unidos es como un barco en una tormenta, y el capitán decidió ir a jugar al golf”. Así lamentó recientemente, Lawrence Gostin, experto en salud pública de la Universidad de Georgetown, de EE.UU., la negligencia de la Casa Blanca en la prevención y el control de la pandemia de COVID-19. “Me temo que los próximos tres meses podrían ser los peores que hemos enfrentado durante la pandemia”, advirtió el especialista.

Es difícil imaginar cuán catastróficos serán los meses que vienen, ya que la situación epidémica en EE.UU. está a punto de salirse de control. Por ejemplo, durante la semana pasada, los nuevos casos confirmados en ese país superaron los 16.000 en promedio por día, lo que significa un aumento del 77% con respecto al promedio de hace dos semanas. Hasta el 18 de noviembre, el número acumulado de muertes por la COVID-19 en el país superó las 250.000 personas, lo que la cadena de televisión norteamericana CNN calificó como un “hito horrible”.

Particularmente decepcionante es que, hasta la semana pasada, casi 1,04 millones de niños y adolescentes en EE.UU. dieron positivo por COVID-19. Al respecto, la presidenta de la Academia Estadounidense de Pediatría, Sally Goza, dijo en un comunicado que “no hemos visto un virus que asole las comunidades de esta manera”. En tanto, el subsecretario de Salud de EE.UU., Brett Giroval, admitió que su país se encuentra en una “situación muy peligrosa”.

Sin embargo, todas estas advertencias aún no han logrado tocar a las autoridades estadounidenses sobre la gravedad de la crisis sanitaria que asola a EE.UU., porque solo piensan en sus intereses políticos. Recientemente, los líderes estadounidenses volvieron a utilizar las redes sociales para etiquetar al nuevo coronavirus como la “plaga china”, en un intento de “echar culpa a China” sobre lo que allí está ocurriendo.

Esta mentalidad que desprecia a la salud pública, junto con la indiferencia hacia el derecho de las personas a la seguridad de sus vidas, está haciendo cada vez más grande la “bola de nieve” de este desastre provocado por el hombre en Estados Unidos.

Sin lugar a dudas, ayudaría que los tomadores de decisiones estadounidenses sepan una cosa: China fue el primer país en notificar la epidemia, pero ello no significa que la epidemia se haya originado en China. Cada vez más informaciones e investigaciones muestran que en muchos otros países se han detectado rastros de COVID-19, y en varios de ellos se ha probado la existencia más temprana que su descubrimiento en China.

El origen del virus es un tema científico, cuya conclusión debe ser obtenida y dada por científicos y expertos médicos a través de investigaciones científicas. Nadie tiene el derecho a politizar la trazabilidad del virus, y mucho menos etiquetarlo.

“Los hospitales de EE.UU. se abruman mientras las muertes por COVID-19 superan las 250.000 en el país”, es el impactante titular del informe de Associated Press en su página web del 19 de noviembre. Pero, la actitud negativa y la manipulación política sin escrúpulos de la Administración estadounidense son aún más aterradoras.

De hecho, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha advertido que “los países que permiten que la epidemia se propague están jugando con fuego”.

Entonces, ¿cuándo volverán a encarrilarse a favor de la salud de las personas los políticos estadounidenses?

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