Caridad Amarán, una diva cubana de la ópera cantonesa

A Caridad Amarán las lágrimas le nublan los ojos cuando habla de sus viajes a China.
　 Al filo de los 88 años, ella es una de las dos últimas divas vivas de la ópera cantonesa en Cuba y logró, junto a su colega y amiga Georgina Wong, cantar en unas ciudades de la provincia de Guangdong y en Hong Kong de China, durante los años 2011, 2014 y en el mes de marzo pasado.
　 Nacida en la occidental provincia de Pinar del Río, en el extremo oeste de Cuba, Amarán perdió a su padre al mes de nacida y recaló en La Habana, donde terminó deambulando con su madre por el barrio chino.
　 Después de vivir un año con un cocinero chino, Rafael Jo, ambas tuvieron que abandonar la casa, pues el dueño padecía de una grave enfermedad pulmonar que era contagiosa.
　 Parecía entonces que el futuro se cerraba para la madre y la hija, pero otro chino recién llegado a Cuba, Julián Fong, quien trabajaba en una lavandería, se apiadó de ambas y les dio cobijo en su casa.
　 "Frente a la lavandería estaba la Compañía de Opera Cantonesa Kwok-Kwong y él me llevó a ver las clases donde las muchachas aprendían sobre el teatro y yo quise quedarme a aprender, pero no me aceptaron porque era muy chiquita. Sólo tenía cuatro años", rememora ante Xinhua con exquisita lucidez.
　 Fong, quien había tenido cierto contacto con la ópera en Guangdong, asumió entonces la educación artística más elemental de la niña, que ya dominaba el cantonés y empezaba a aprender canciones, movimientos y gestos del teatro.
　 Con sólo ocho años, Amarán hizo la primera presentación teatral bajo el nombre de Caridad Jo, lo que le abrió las puertas de la compañía con la que realizó varias presentaciones a teatro lleno en otras provincias cubanas, donde entonces existían comunidades chinas relativamente grandes.
　 En aquel momento, eran 15 jóvenes descendientes de chinos, entre ellas también Georgina Wong, quienes actuaban en el teatro El Aguila de Oro, que fuera epicentro cultural del barrio chino, pero que en la actualidad es una famosa galería de arte internacional.
　 A inicios de los años 50 del siglo pasado, las tres compañías que existían se desintegraron poco a poco y Amarán pasó a trabajar como cajera en el restaurante habanero El Mandarín, especializado entonces en comida china.
　 "Allí un día se me apareció Fidel (Castro), quien se sorprendió de la facilidad con que yo hacía las traducciones del menú y le tuve que explicar que mi padrastro me había enseñado el idioma", apunta entre risas.
　 En 1994, tras la creación del estatal grupo Promotor del Barrio Chino, se reencontró con Wong y otras tres mujeres con las que había cantado antes para reiniciar el camino sobre los escenarios.
　 "Yo hacía las transcripciones de las obras con los libretos para cada una, pero había que reducirlas mucho porque la memoria ya no era la misma y nos pedían apenas pinceladas de las obras", recuerda.
　 Aquel renacer de la ópera cantonesa y de sus intérpretes cubanas significó que las ya llamadas "Divas habeneras" salieran incluso del estrecho ámbito del barrio chino y comenzaran a presentarse en algunos teatros habaneros.
　 En 2011, Amarán y Wong viajaron a China donde además de actuar durante dos semanas en varias ciudades pudieron visitar la localidad de sus ancestros y hasta hallar a algunos familiares lejanos, visita que se repetiría dos veces más en años posteriores.
　 "Aquello si fue un sueño realizado, porque de joven nunca pude ir", cuenta mientras esconde los ojos con lágrimas.
　 En la actualidad, Amarán, que goza de una envidiable salud, sólo tiene un problema: no puede comunicarse en chino con su nieto Yamil Fong quien es un estudiante aventajado del Instituto Confucio, pero que aprende mandarín y no domina el cantonés.
　 "Soy cubana por nacimiento, pero mi corazón es chino", afirma y oculta la emoción detrás de una risa nerviosa que sólo delata a una octogenaria que desde una lejana isla del Caribe preserva la milenaria cultura china.