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La avenida del Oeste de la antigua ciudad amurallada de Pingyao, en la provincia de Shanxi, no es una calle ancha ni larga. Es, sin embargo, una concurrida calle llena de tiendas tradicionales que forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.  

Años atrás, cuando alguien mencionaba la provincia de Shanxi, nos venía a la mente la imagen de una tierra amarilla y seca. Hasta la década del del siglo pasado, la primero que recordábamos de Shanxi era el olor a vinagre en las calles y el polvo del carbón negro en el ambiente -no en vano esta provincia es famosa por su producción de vinagre y de carbón. Sin embargo, la pobreza y el atraso en la tecnología moderna opacaron la historia de la provincia y ocultaron el brillo de sus potencialidades comerciales durante un período considerablemente largo.

No fue hasta los años 80 del siglo pasado que los comerciantes de Shanxi volvieron a tener interés en esa zona, siendo sus tiendas y sus viviendas lo que más les llamó la atención. La residencia de la familia Qiao, situada en el distrito de Qixian, es la más destacada entre todas las que se hallan en esa ciudad. Fue precisamente allí donde el renombrado director de cine chino Zhang Yimou filmó su película La Linterna Roja, obra que cuenta una historia de amor y odio de una familia feudal en cuyo seno vivían muchas concubinas.

Lo que impactó positivamente a la mayoría de las personas que vieron el filme, además de la impresionante interpretación de los personajes y de la intrincada historia, fue la belleza y perfección de esta antigua residencia, que contribuyó a aumentar la fama del director Zhang Yimou. De igual manera, el éxito de la película favoreció la difusión de esta mansión, motivando un creciente interés por visitarla. Debido a sus proporciones, tamaño y distribución laberíntica, se necesita medio día para visitarla completamente.

Dos años después de ese gran éxito, otras mansiones empezaron también a atraer la atención y el interés de los turistas, entre las que se destacan la de la familia Qu o la de la familia Wang. Esta última, majestuosa y elegante, se halla en la ladera de una montaña del distrito de Lingshi, y es más grande que la de los Qiao.

Entre todas las casas del centro histórico, se destaca una residencia cuadrada, en cuya entrada principal hay un letrero con la siguiente inscripción, en letras doradas: Casa de Cambio Rishengchang. Del techo cuelgan diversos rótulos en forma de lingotes de oro y plata -usados como moneda en la antigua China- y otras monedas de tiempos remotos, lo que demuestra que efectivamente fue una casa de cambio. Sin embargo, los que ahora entran en ella no llevan billetes de banco en las manos, sino billetes de entrada.

A los visitantes que pasean por esta hermosa residencia, similar a las mansiones privadas, les cuesta imaginar que en un tiempo fue un centro financiero de gran importancia para la economía del imperio Qing (1644-1911). Es prácticamente imposible imaginar cómo Lei Lütai, gerente de la entidad, pudo gestionar la administración de decenas de sucursales en todo el país en una sencilla habitación de menos de veinte metros cuadrados.

El primer paso que dieron los comerciantes de Shanxi para alcanzar el éxito fue salir de la provincia. Shanxi, donde viven muchas etnias desde tiempos antigüos, era un centro comercial compuesto por campesinos del centro de China y pastores nómadas del norte de la Gran Muralla. Tradicionalmente, los habitantes de dicha provincia salían de la tierra natal ?de lugares pobres y apartados- para hacer negocios en otros sitios, y para atravesar la pradera debían recorrer un camino peligroso.

Qiao Guifa, antepasado de la familia del mismo apellido, no tuvo más remedio que arriesgar su vida y marcharse al oeste del país. Después de llegar a Baotou, en Mongolia Interior, trabajó como peón albañil y, tras ganar algo de dinero, abrió un pequeño negocio que al principio no fue muy rentable. Poco después tuvo que regresar a su pueblo natal para dedicarse de nuevo al cultivo de la tierra y le encargó a un paisano suyo, apellidado Qin, que cuidara de su negocio.

Debido a que la cosecha en el año 1755 fue muy abundante, el precio de los cereales bajó considerablemente. Por ello, Qin adquirió una gran cantidad de soja con la que elaboró alimentos de varios tipos. La gran sequía del año siguiente hizo que el precio de la soja subiera rápidamente, de tal forma que Qin ganó mucho dinero. Cuando Qiao Guifa volvió a Baotou, el negocio que le había dejado encargado a su vecino Qin había adquirido cierta envergadura. Qiao invirtió el dinero de las ganancias en la construcción de una nueva casa en su tierra natal, empezando así la formación y el desarrollo de lo que hoy conocemos como la Residencia de la familia Qiao. Tras los cambios realizados a lo largo de varias generaciones, la mansión llegó a superar los 8.700 metros cuadrados, donde se hallan veinte patios y más de 300 habitaciones. 

Otro factor importante que explica el éxito de los comerciantes de Shanxi, además de su tenacidad ante una vida dura, la valentía frente a las dificultades y un olfato agudo a la hora de captar las oportunidades para hacer negocios, es su adhesión al confucianismo, doctrina de gran influencia en la época feudal de China. Los seguidores de este pensamiento creían que la bondad, la honradez y la credibilidad no sólo conformaban la base moral del comportamiento, sino también la base para la correcta administración de un negocio.

Otro aspecto digno de elogio es el alto valor que le dan los comerciantes de Shanxi a la ayuda mutua. Muchos de los comerciantes de Shanxi tienen la experiencia de haber salido airosos de una situación difícil. Están conscientes de que al hacer negocios no se pueden obviar las normas básicas de la moral y del comportamiento, por lo que ayudar a los demás a superar las dificultades es una forma más de subsistencia y de desarrollo, destinado a lograr el beneficio mutuo. Así, los que sacan partido de las dificultades ajenas, los que hacen leña del árbol caído, y los que anteponen el interés personal a la justicia, no sólo le hacen daño a los demás sino que también se hacen daño a sí mismos.

La conservación de tantos patios residenciales en Shanxi, tras cientos de años de viento, lluvia, guerras y conmociones sociales, parece un milagro. Múltiples son las razones, pero, en cierto sentido, ha sido el espíritu nacional arraigado profundamente en la mente de los chinos, lo que los ha protegido. De esta forma, hoy en día, inmensas residencias, importantes casas de cambio y multitud de tiendas han vuelto a abrir sus puertas para acoger a la gente del siglo XXI