CRI
El boyero era un soltero pobre pero alegre. Sólo un viejo buey y un arado le dependíen para vivir. El boyero trabajaba en el campo cada día y tenía que cocinar y lavar la ropa después de volver a casa. La vida era muy ardua. Inesperadamente ocurrió un milagro.
Después de terminar su trabajo y volver a casa, al entrar, el boyero vio que las habitaciones ya estaban muy limpias, las ropas estaban lavadas y en la mesa, había comida bien caliente. El boyero estaba muy sorprendido y tenía los ojos muy abiertos. Pensaba: ¿Qué pasa? ¿Desciende un dios? El boyero no logró explicarse después de mucho reflexionar.
Desde entonces, en los días consecutivos, cada día era así. El boyero no podía aguantar más y decidió investigar a fondo. Cierto día, el boyero salió habitualmente de su casa muy temprano. Se escondió en un lugar no muy lejos de la casa para observar el movimiento de la casa.
Poco después, vino una muchacha bella. Al entrar en la casa del boyero, se apresuró a hacer los quehaceres domésticos. El boyero no podía contenerse, salió del lugar donde se escondía y preguntó: Muchacha, ¿ por qué viene aquí para ayudarme a hacer los quehaceres domésticos? La chica estaba muy asombrasa y murmuró con cara roja:“Me llamo tejedora. Como veo que vives duramente, vino para ayudarte.”El boyero estaba muy alegre y dijo dando ánimo:“Cásame. Trabajamos y vivimos juntos.”La tejedora lo aceptó. Desde aquel entonces, el boyero y la tejedora se casaron. Cada día el boyero trabajaba en el campo y la tejedora tejía y hacía los quehaceres domésticos. Su vida era muy afortunada.
Unos años después, la tejedora dio a luz un hijo y una hija. Los familiares eran muy felices.
Cierto día, el cielo estaba nublado y el viento rugía. Dos generales del cielo venían a la casa del boyero. El estaba informado de que la tejedora era la nieta del Soberano del Cielo. Hace unos años, se fue de la casa y el Soberano del Cielo venía buscándola. Entonces, dos generales del cielo llevó a la tejedora al cielo a viva fuerza.
El boyero abrazó a sus dos niños y se sintió muy triste, viendo a su esposa que se vio obligada a volver al cielo. Juró buscar a la tejedora en el cielo para realizar la reunión familiar. No obstante, cómo podía subir al cielo un hombre común?
Cuando el boyero estaba inquito, el viejo buey que le dependía para vivir echó a hablar. El vielo buey dijo:“Mátame y pon sobre los hombros mi piel. Así podías buscar a la tejedora al palacio celestial.”El boyero no quería hacerlo pero era incapaz de disuadirlo y no tenía otro remedio. Por eso, tenía que hacer según lo que dijo el viejo buey con las lágrimas en los ojos.
El boyero puso la piel del viejo buey, llevó al hombro con una palanca sus dos hijos y voló hacia el palacio celestial. No obstante, en el palacio celestial bajo una estricta vigilancia, nadie tenía en mucho al hombre común muy pobre. El Soberano del Cielo también rechaó el encuentro entre el boyero y la tejedora.
Tras la rogación una y otra vez del boyero y sus niños, el Soberano del Cielo prometió una corta reunión familiar de ellos. Cuando la tejedora encarcelada vio a su marido y sus hijos, sintió alegría mezclada con tristeza. El tiempo pasó muy rápido y el Soberano del Cielo ordenó llevar a la tejedora de nuevo. El boyero triste siguió estrechamente a la tejedora de las manos de los dos niños, se cayó al suelo y se arrastró varias veces. Cuando el boyero casi dio alcance a la tejedora, la cruel Soberana del Cielo arrancó su horquilla de oro en la cabeza y delimitó una Vía Láctea muy amplia entre ellos. Desde entonces, el boyero y la tejedora sólo podían ponerse de pie a dos lados del río y mirar mutuamente muy apartados. Sólo cuando cada año llegaba al 7 de julio del calendario lunar chino, se permitía que el boyero y la tejedora se encontraran una vez. En aquel entonces, miles de urracas volaron ahí a tender un puente de urraca muy largo sobre la Vía Láctea para que la familiar del boyero y la tejedora pudiera reunir otra vez.
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