Bajo la conducción del cabeza de las siringas, la música pasa al final de la melodía Caitangtiao al Taohuadai, una pieza apasionante. Al instante los muchachos se excitan y se ponen nerviosos porque ya sabrán si consiguen novias en la danza siguiente. Mientras las chicas bailan, aquéllos tocan sus instrumentos tan bien como pueden y se mueven bajando y subiendo la cabeza como pájaros para ganarse las cintas de amor bordadas de sus queridas.
En este momento surgen muchas escenas dramáticas: Algunas chicas, cabizbajas y sonriendo, fingen no ver a los pretendientes bailando en su rededor; y otras, tan felices, no demoran en atar sus cintas a las siringas de sus queridos apenas cuando éstos llegan a su lado. Estas manifestaciones de amor sin voz están llenas de romanticismo. Lo más divertido es que si bien algunos muchachos tienen ya cintas amarradas a sus siringas, esto no les impide cortejar a otras chicas y decirles flores. A veces una siringa puede tener hasta muchas cintas atadas, lo cual es el orgullo incomparable de su dueño.