Danzas de los miaos en "planos de tambor de cobre" de Guizhou
El grupo miao tiene una larga historia y una vasta cultura. Desde la antigüedad, piensan que el tambor de cobre es un instrumento sagrado, y por tradición lo tocan para poner ambiente a las danzas en las ceremonias de homenaje a los ancestros y los dioses. Aunque las formas y los dibujos grabados del tambor de cobre varían en diferente periodos y zonas, contiene indefectiblemente el dibujo de sol radiante en la parte central.
2012-10-30 11:31:17 CRI

Desde la antigüedad, los miaos piensan que el tambor de cobre es un instrumento sagrado, y por tradición lo tocan para poner ambiente a las danzas en las ceremonias de homenaje a los ancestros y los dioses. Aunque las formas y los dibujos grabados del tambor de cobre varían en diferente periodos y zonas, contiene indefectiblemente el dibujo de sol radiante en la parte central.

Con el correr del tiempo, muchas danzas dedicadas a las ceremonias de homenaje se han convertido en ceremonias populares o danzas recreativas. En algunas aldeas de terreno accidentado, para facilitar la congregación y el cultivo se nivelaron y adornaron ciertas tierras con lajas a semejanza de los "rayos del sol" que hay en la cara del tambor de cobre, dándoles el nombre de "planos de tambor de cobre". Así, los aldeanos que bailan en los actos de homenaje pueden imaginarse como "hombres de plumas" para retornar al mundo de sus ancestros.

Entre los jóvenes miaos de ambos sexos la danza más común y de mayor predilección es el Caitang. Cuando esta danza se baila en la Fiesta del Año Nuevo, una banda de mozos guapos aparece tocando sendas siringas y dando vuelta al plano. Al son del cilindro mangtong (de bambú con un resorte por dentro) de bajo colocado bajo un asparagus macho en el centro del plano y en medio del toque de los tambores de cobre, la melodía clara y altisonante resulta más fuerte y armoniosa. Después de los tocadores de siringas viene un grupo de chicas amorosas de unos 16 años, vestidas con chaquetas bordadas y apuestas cada cual con unos seis kilos de gorros, collares, placas, prendedores y pulseras de plata tintineantes, como si fuesen hadas bajadas del cielo.

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