En el año 221 a. de C., más de dos milenios después del nacimiento de la sociedad esclavista, se fundó la primera dinastía feudal con poder centralizado de la historia de China: la dinastía Qin.
El Periodo de los Estados Combatientes, último etapa del esclavismo, se caracterizó por la existencia de numerosos reinos independientes que luchaban unos contra otros por conquistar la hegemonía. A aquella época de anexionismo sin cuartel solo sobrevivieron los siete reinos más poderosos, es decir, el de Qin, el de Qi, el de Chu, el de Wei, el de Yan, el de Han y el de Zhao. Gracias a las reformas de la agricultura y el ejército, el primero de ellos, situado en el noroeste, no tardó en imponerse a los demás. En el 247 a. de C., Ying Zheng, a la sazón un muchacho de 13 años, fue coronado rey de Qin. Pasados nueve años, emprendió su ambicioso plan de conquistar los otros seis reinos y unificar China.
Guerreros de terracota, Xi´an
Ying Zheng, muy conocido por su afán de rodearse de personas de talento, encargó a un antiguo espía del reino de Han llamado Zheng Guo la construcción de un importante canal para convertir 40 000 hectáreas de salobrales en tierras fértiles y sentar así las bases materiales para sus conquistas. Entre los años 230 y 221 a. de C., Ying Zheng subyugó uno tras otro los reinos de Han, de Zhao, de Wei, de Yan, de Chu y de Qi. Con ello logró no solo unificar el país, sino también fundar la primera dinastía unificada con poder centralizado y pasar a la historia como el primer emperador de China. De ahí que se autodenominara «Primer Emperador».