En lo que resultó ser el yacimiento arqueológico más importante descubierto en China en el siglo XX, se exhumaron gran cantidad de valiosos objetos, en su mayor parte inscripciones oraculares y bronces. Antes de utilizarlos en los ritos adivinatorios, los omóplatos de mamíferos y los caparazones de tortuga se preparaban quitándoles primero los restos de carne y sangre, y luego puliéndolos. A continuación, en su interior se practicaban varios agujeros observando determinado orden y el chamán inscribía su nombre, la fecha y la pregunta. Acto seguido, el hueso o el caparazón se calentaba hasta que se resquebrajaba siguiendo la línea marcada por los huecos. En esas grietas, el chamán era capaz de leer «la respuesta de los dioses». Si el augurio se cumplía, el hueso o caparazón se conservaba como archivo oficial.
En los más de 160 000 fragmentos de huesos y caparazones descubiertos en Yin —algunos de ellos bien conservados— figuran unos 4000 caracteres diferentes. Los investigadores han estudiado unos 3000 de ellos, pero solo se han puesto de acuerdo sobre el significado de alrededor de mil. En cuanto a los restantes, algunos resultan indescifrables y otros son interpretados por los estudiosos de maneras muy diversas. Con todo, los mil caracteres descifrados son suficientes para conocer bastante a fondo la política, la economía y la cultura de la dinastía Shang.
La metalurgia del bronce de esta dinastía era la más avanzada del mundo. Entre los miles de objetos de esta aleación desenterrados en Yin, el más sobresaliente es el ding rectangular conocido como Simuwu, un caldero de dos asas y cuatro patas que pesa 875 kilos y mide 110 centímetros de largo, 78 de ancho y 133 de alto.