La deliciosa costumbre de la primavera de emocionar con flores magnificas y colores intensos regresa a la madre tierra. Es un regalo de los dioses. La tierra sin primavera es como la vida sin amor. Beijing es el reino de la primavera, un jardín interminable. Cada sitio creado aquí busca una perfección, un acercamiento al acto ideal de la naturaleza en su interacción con la vida. Un espacio mágico donde el ser humano va a recrearse, a escribir, a cantarle a la vida.
Quiero comentar sobre el acto mismo de la llegada de la primavera. No existe opacidad o silencio en el cambio de estación en China (invierno-primavera). Las temperaturas suben levemente y los árboles que hasta entonces parecían muertos, secos por el crudo invierno, paren flores con una ternura difícil de describir. Flores en las ramas desnudas como coronas brillantes. Algunas con grandes pétalos y sobrios colores, otras, delicadamente pequeñas y de tonalidades variadas que muchas veces alcanzan un rosado que hace aspirar a los mundos felices.
Ambas fotos se toman en el recinto de CRI
La madre naturaleza habla con palabras conocidas. Aunque los transeúntes parecen vencidos por el trabajo diario o encantados por las nuevas tecnologías, algunos se detienen para venerar el paisaje. La primavera denota fertilidad, renacimiento, belleza en el amplio sentido de la palabra. En Beijing los sitios más increíbles se llenan de flores en primavera. Aunque no faltan flores todo el año, la gracia sublime de una flor esta en su libertad bajo el cielo, y la primavera, es la estación perfecta para este extraordinario acontecimiento.