por MICHAEL ZÁRATE
"A China por fin, abuelo Chang Ton", escribió en Facebook días antes de empacar su ropa, sus revistas y sus recuerdos (son estos últimos los que ocupan más espacio). El escritor y periodista Julio Villanueva Chang esperó casi toda su vida para hacer este viaje. Desde niño había oído hablar de Cantón, aquel remoto lugar de donde el abuelo materno Chang Ton había partido para probar suerte en Perú. De hecho, Cantón se volvió una palabra tan presente en su vida que cuando escuchó que acá en China se le dice "Guangdong", dicho nombre le sonaba tan familiar como el esperanto.
La diferencia entre un turista y un viajero es la misma que hay entre un notario y un cronista. La libertad no es la misma, y más aún si eres el invitado a mesas redondas y conferencias en Beijing. "Estos días me he sentido como un hijo de descendientes chinos sobreprotegido", dice Villanueva, quien –como buen amante de la salsa– quiso darle un ritmo menos pausado a su paso por la capital china: agarró una bicicleta para recorrer Beijing, se perdió una noche en un hutong, se quedó maravillado con la postura en cuclillas de muchas personas en la calle y se muere por descifrar cómo es un chino promedio. "Los chinos no son solo los problemas en la bolsa de Shanghai y que ello haga temblar al mundo. Hay que hacer una excavación de la personalidad de una comunidad", mencionó en la mesa redonda en la que participó en el Instituto Cervantes.
Para quienes no lo conozcan, Julio Villanueva Chang es el fundador y director de Etiqueta Negra, una de las mejores revistas de América Latina, la cual revolucionó el mundo editorial desde su aparición –hace más de trece años– con un primer número cuyo dream team fueron las plumas de Mario Vargas Llosa, Jon Lee Anderson, Fernando Savater, Martín Caparrós y Carlos Monsiváis, entre otros. Después de 127 números, de pasar los días durmiendo menos de cinco horas y de una vida privada a la que califica de "desastrosa", este cronista ha aprendido a organizar su asombro, a aferrarse a su intuición y a comprender que un editor es, antes que nada, "un ignorante experto en preguntar".
Como en los viejos discos de vinilo, la vida de Julio Villanueva siempre tuvo un lado A y un lado B. Primero se escucha esa melodía frenética, desenfadada y memorable que tienen sus trabajos periodísticos, para después llegar al foxtrot, al vals y a la marinera peruana, que eran los ritmos que en Lima bailaba su abuelo chino, y cuya historia es, en realidad, un canto a sí mismo. Al fin y al cabo, un cronista sabe que también hay música en las palabras y que los grandes textos periodísticos se leen con el oído, no con la vista.
Julio Villanueva Chang, director y fundador de la revista Etiqueta Negra, en un café-librería de Beijing.