Aquellos que ven la medida como un desafío de China al Acuerdo Económico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) que se está negociando en la actualidad y anticipan que se producirán luchas diplomáticas en torno a ello, hallarán que sus especulaciones son infundadas e innecesarias.
La zona de libre comercio ha sido durante mucho tiempo una aspiración común de las economías de la APEC, no un producto de los deseos de China.
La Zona de Libre Comercio de Asia-Pacífico no es una idea nueva, ni tampoco algo que China pusiera sobre la mesa por primera vez. China sugirió que se realizara un estudio de viabilidad de la zona en febrero de este año, pero la propuesta de su creación data de 2004 y apareció escrita en la declaración de la reunión de líderes de la APEC de 2006.
Durante un encuentro anual de ministros de comercio de la APEC, celebrado en mayo, se reiteró la resolución de trazar un borrador de hoja de ruta para completar la zona de libre comercio, este año.
El ministro chino del Exterior, Wang Yi, también habló de esta cuestión el día 29 del mes pasado en el Foro Lanting de la cancillería china:
"Con la coordinación y cooperación entre China los miembros de APEC, vamos a convertir esta voluntad en una acción práctica."
Pero el investigador del instituto de economía y política mundiales de la Academia de Ciencias Sociales de China, Shen Jiru, advierte que existirán muchas dificultades en lo adelante:
"El inicio es fácil, pero es difícil profundizarlo, pues existen muchas diferencias entre estos países en el nivel de desarrollo económico, sistema social, ideología, entre otros aspectos."
La idea empezó a coger impulso a medida que los cada vez más numerosos acuerdos de comercio libre de la región dieron como resultado una creciente complejidad y costos para los exportadores e importadores.
En su calidad de organizadora de las reuniones de la APEC de 2014, la determinación de China de promover que se den pasos concretos muestra, únicamente, sus esfuerzos por asumir una mayor parte de responsabilidad internacional, ya que se le ha pedido, repetidamente, que los haga.
El estancamiento en la ronda de conversaciones multilaterales sobre comercio global de Doha impulsó la proliferación de un acuerdo de libre comercio (ALC) a menor escala en la región. Ello trajo beneficios, pero también problemas: diferentes sistemas de tarificación, complicadas reglas de origen, discriminación comercial sobre países excluidos del acuerdo, entre otras situaciones.
Ante este panorama, el entusiasmo de las economías de la APEC para integrar los variados y solapados acuerdos es comprensible.
El Acuerdo Económico Trans-Pacífico de Asociación Económica y la Asociación Económica Integral Regional forman, asimismo, parte de los esfuerzos por desenredar la madeja respecto al tema, pero cada uno de ellos engloba, únicamente, a algunas de las economías de la región.
Si alguien argumenta que un menor número de participantes haría las cosas más fáciles, está equivocado. Las negociaciones del Acuerdo Económico Trans-Pacífico de Asociación Económica, TPP, han permanecido paradas debido a las diferencias entre Estados Unidos y Japón en torno a las barreras comerciales para los productos agrícolas, mientras que el progreso en la Asociación Económica Integral Regional es más lento de lo esperado a causa de las distintas fases de desarrollo y la falta de entendimiento en el tema de los impuestos arancelarios.
Si los líderes de la APEC alcanzan un consenso sobre la puesta en marcha de la Zona de Libre Comercio de Asia-Pacífico durante las reuniones de la semana, en la capital china, pondrán unos sólidos cimientos para la zona de libre comercio regional y enviarán una señal esperanzadora para el libre comercio global.