Como muchos de ustedes ya sabrán, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna se celebraron en Atenas en 1896. Más de cien años después, este singular encuentro deportivo constituye uno de los eventos más multitudinarios del mundo actual. En la serie de artículos que iniciamos aquí, repasaremos la historia de los Juegos Olímpicos A lo largo de este recorrido, mezclaremos los datos con las anécdotas. Esperamos que el resultado sea un paseo interesante y entretenido.
Este primer texto de la serie lo dedicamos al origen histórico de los Juegos Olímpicos y a una de sus pruebas más antiguas e importantes: la carrera.
Los Juegos de la era moderna, nacidos en una sociedad en pleno proceso de industrialización, tienen su origen en los que se celebraban en Grecia hace casi tres milenios. Los resultados más antiguos de que se tiene noticia se remontan al año 776 a. de C. Desde entonces hasta el año 394, las Olimpiadas se celebraron en 293 ocasiones.
Las antiguas ciudades griegas, entre ellas Corinto, Delfos y Argos, organizaban competiciones atléticas en honor de los dioses. Sin duda alguna, las de mayor importancia eran las que se celebraban cada cuatro años en Olimpia durante el verano. En esta pequeña ciudad del noroeste de la península del Peloponeso situada a unos 300 kilómetros de Atenas, se encontraba el templo de Zeus, padre de los dioses, erigido junto a los de otras divinidades en un recinto sagrado de 200 metros de largo y 175 de ancho conocido como Altis. Los primeros Juegos Olímpicos consistieron en una simple carrera de 192 metros disputada en el Altis. Posteriormente, fuera del santuario se construyeron un hipódromo, un gimnasio, una palestra y un estadio con una pista de treinta y dos metros de ancho en la que podían competir simultáneamente hasta veinte atletas. Esta antigua pista fue descubierta a finales de la década de 1930.
Grabada en la roca de una montaña griega, se lee una antigua inscripción que da una idea de la importancia atribuida por los griegos a las carreras:
"¿Quieres ser fuerte? ¡Corre!
¿Quieres ser inteligente? ¡Corre!
¿Quieres ser apuesto? ¡Corre!"
La principal carrera y la más antigua era la de velocidad, cuyo recorrido era de 192 metros. Por medio de un sorteo, los atletas, que corrían desnudos y descalzos, se dividían en varios grupos que disputaban sendas carreras eliminatorias. Los primeros de cada grupo pasaban a la final.
En los XIV Juegos, celebrados el año 724 a. de C., en el final de la pista de 192 metros se levantó una hilera de columnas de piedra. Los participantes en la carrera de media distancia debían llegar hasta ella y volver a línea de salida.
Cuando cuatro años después, en los XV Juegos, se introdujo la prueba de fondo, los griegos tuvieron la oportunidad de mostrar su proverbial resistencia y excelente constitución física. En esta nueva prueba, los atletas iban y volvían doce veces, cubriendo unos 4600 metros. Las carreras de larga distancia tuvieron su origen en las constantes guerras de aquella época. Dada la dificultad de las comunicaciones, los mensajeros debían correr a campo traviesa y lo más rápido posible para transmitir oportunamente la información y las órdenes. Fortalecida entre el hierro y la sangre, la resistencia de los corredores griegos nos parece asombrosa. Había un atleta que, tras obtener el laurel de la victoria, corría casi cien kilómetros para comunicar la gloriosa noticia a sus paisanos y luego regresaba, también corriendo, para poder participar en la carrera que se disputaba al día siguiente. De hecho, las carreras de menos de 5000 metros apenas constituían un desafío para los atletas griegos.
En los LXV Juegos Olímpicos, celebrados en el año 520 a. de C., se disputó por primera vez una carrera inspirada en la guerra. Los participantes en ella no corrían desnudos, sino llevando un casco de bronce, rodilleras de cuero y un gran escudo. Dado el entusiasmo que despertaba entre el público, esta espectacular competición entró a formar parte de la ceremonia de clausura y su ganador era considerado "el atleta más distinguido de Grecia".
El reglamento aplicado en estas pruebas incluía severas sanciones. Por ejemplo, a quienes salían antes de darse la señal, el juez árbitro les propinaba varios latigazos en las nalgas. En los casos más graves, el infractor tenía que situarse uno o dos metros por detrás de la línea de salida. La aplicación de una regla similar en los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna suscitó interesantes discusiones.
En las terceras Olimpiadas modernas, las celebradas en 1904 en Saint Louis, EE.UU., un participante de este país se aprovechó de la antigua regla para ganar la medalla de oro en la carrera de 100 metros lisos. Cuando el juez árbitro dijo "listos...", este atleta hizo un amago de salida. Sorprendidos, todos sus adversarios menos dos rebasaron la línea de salida y fueron penalizados con situarse dos metros más atrás. El corredor estadounidense repitió su truco con éxito y finalmente empezó la carrera con dos metros de ventaja sobre todos sus rivales. Situaciones como esta ya no se dan hoy en día, puesto que además de no aplicarse dicha regla, las técnicas de salida se han perfeccionado notablemente. |