El 1° de agosto de 1936, se inauguraron los XI Juegos Olímpicos en Berlín, capital del Tercer Reich dominado por los nazis. Aunque Adolf Hitler y los miembros de su gobierno querían convertir a las Olimpiadas en un palco en el que los atletas alemanes mostrasen su poderío para comprobar así la supuesta superioridad de la raza aria ante los de origen africano, el estadounidense afroamericano, Jesse Owens, dio un fuerte golpe al racismo hitleriano con su fenomenal actuación en el evento.
Owens nació en Alabama, Estados Unidos, pero se trasladó a Ohio cuando tenía nueve años. Era nieto de un esclavo y el séptimo de los once hijos de una familia campesina pobre.
Owens empezó a destacarse a nivel nacional en 1933 cuando, como estudiante de secundaria, rompió el récord mundial de salto de longitud para estudiantes de institutos, e igualó el récord mundial en 100 metros planos.
Gracias a su talento atlético, muchas universidades deseaban ficharle, pero finalmente Owens escogió la Universidad Estatal de Ohio porque le prometieron trabajo a él y a su padre, asegurando de esta manera la estabilidad económica de su familia. Durante esta época consiguió el récord de ocho campeonatos de la Asociación National el Atletismo Universitario: cuatro en 1935 y otros cuatro en 1936. El récord de cuatro oros en una año en la Asociación sólo ha sido igualado por Xavier Carter, en 2006.
La mayor hazaña de Owens se produce en un lapso de 45 minutos el 25 de mayo de 1935, durante el torneo Big Ten Conference en Ann Arbor, Michigan, donde estableció cuatro récords mundiales. Iguala el récord mundial de 100 yardas y rompe las marcas mundiales de salto de longitud, el cual se mantuvo durante 25 años, además de las 220 yardas lisas y 220 yardas vallas. Esta increíble gesta es considerada una de las más grandes proezas del atletismo de todos los tiempos. A partir de esa fecha, se le empieza a conocer con el sobrenombre de "Antílope de Ébano".
En 1936, Owens viaja a Berlín para participar con el equipo de Estados Unidos en los Juegos Olimpicos y causa una gran sorpresa al ganar cuatro medallas de oro: el 3 de agosto en los 100 metros lisos; el 4 de agosto en salto de longitud, el 5 de agosto en los 200 metros lisos; finalmente, junto al equipo de relevos 4x100 metros consiguió su cuarta medalla el 9 de agosto. Esta marca de cuatro medallas de oro en unas olimpiadas no fue igualada hasta 1984 por Carl Lewis. Además, rompió e igualó los récords olímpicos en doce ocasiones en las pruebas clasificatorias y finales del evento.
Jesse Owens se convirtió en la estrella más popular entre los espectadores. Fue aclamado por 110.000 personas en el Estadio Olímpico de Berlín y muchos berlineses le pedían autógrafos cuando le veían por la calle. Hitler y los fanáticos nazis se vieron frustrados e irritados al ver el asombroso rendimiento del deportista de origen afroamericano, y sobre todo tras la siguiente anécdota.
En la prueba del salto de longitud, Owens, que no conocía bien el campo, cometió faltas pisando la línea en cada uno de sus primeros intentos. En ese entonces, Luz Long, famoso atleta alemán que había encabezado la prueba preliminar, se acercó a Owens para darle algunos amables y útiles consejos sobre cómo evitar faltas en aquel campo. Gracias a la generosa instrucción de su rival alemán, Owens ganó el primer puesto en su último salto en la eliminatoria y mantuvo el buen estado para llevarse la medalla de oro en la final. Y Long se quedó con la plata.
El primer día del evento, Hitler sólo aplaudió las victorias de Alemania y se negó a darle la mano a Cornelius Johnson, ganador del salto de altura que era afroamericano, - no a Jesse Owens como comúnmente se cree. Los directivos del comité Olímpico le insistieron a Hitler para que aplaudiera a todos los medallistas o a ninguno, advirtiendo que de lo contrario, se cancelarían todos los actos de otorgamiento de preseas. Hitler opta por no estar en las siguientes presentaciones de medallas. Por su parte, Owens dijo: "No he venido para estrechar la mano de nadie, sino para ganar medallas. He cumplido mi objetivo y es suficiente".
Jesse Owens ganó la admiración pública no sólo por su fuerza atlética sino también por su deportividad y amable carácter. Durante su estancia en Alemania, estuvo excluido de la ciudadanía bajo la Ley de Ciudadanía del Reich. Sin embargo, a Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos, lo cual en ese momento representaba una ironía, ya que los afroamericanos en los EE.UU. aún no tenían igualdad de derechos. Owens seguía siendo víctima de la discriminación racial en su país nativo. El entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, se rehusó a recibir a Owens en la Casa Blanca, porque se encontraba en campaña de reelección y temía las reacciones de los estados del Sur, notoriamente segregacionistas, en caso de rendirle honores a Owens. Después de los Juegos, el deportista tuvo muchas dificultades y pasó a ser un promotor del deporte, esencialmente un animador de espectáculos.
Sin embargo, nadie puede negar la importancia de este atleta afroamericano en la historia deportiva. Jesse Owens fue premiado con la Medalla Presidencial de la Libertad de los EE.UU. en 1976, y en 1980, año en que murió de cáncer de pulmón con 66 años, fue electo el atleta más distinguido del siglo XX por los medios de comunicación estadounidenses. El mismo año, la Asociación Estadounidense de Atletismo estableció el Premio "Jesse Owens" para encomiar a los deportistas destacados que contribuyeran al deporte moderno. |