Análisis: China decide el fin de la política del hijo único
2015-11-04 14:02:00 CRI
Autor: Augusto Soto 苏傲古
Director, Dialogue with China Project与中国对话项目
www.dialoguewithchina.eu

El anuncio de una nueva política demográfica anunciada por Pekín la semana pasada y a implementarse no antes de marzo (según ha precisado hace pocas horas la Comisión de Salud y Planificación Familiar), ha sido acogida con un enorme interés por la comunidad internacional. Imagínese por un momento cuán distinta sería la reforma y apertura al exterior lanzadas por Deng Xiaoping desprovistas de la política del hijo único adoptada en 1980 y hoy periclitada, que significaría 400 millones de personas más a añadirse a los cerca de 1.400 millones de población actual.

Obviamente, permitir dos hijos en vez de uno promete alterar la tendencia demográfica. Aunque esta vez los planificadores constatan que la proyección de futuro que hagan será compleja de cuantificar. ¿Cuántas parejas tendrán dos hijos? Imposible saberlo. La sociedad actual está más educada, es mucho más próspera y en su forma de vivir y en su imaginario mira hacia las metrópolis de la costa, con todos los desafíos que conlleva, entre los cuales se cuenta conciliar trabajo y familia en horarios y distancias físicas distintas que han trastocado el ritmo de vida de hace 35 años, predominantemente rural.

Además, habrá que contar con el telón de fondo de las cifras de crecimiento económico que seguirán siendo extraordinarias en relación comparativa con el mundo desarrollado occidental, aunque en un pronunciado aterrizaje, en consonancia con lo que Pekín ha denominado como "nueva normalidad".

Conviene destacar que la sociedad china sigue protagonizando cuatro hechos inéditos en la historia mundial y en los que se entrecruzan factores demográficos y movimientos de masas.

El primero es que el envejecimiento de la población se está dando con mayor celeridad que su aumento de prosperidad, ya de por sí descomunal.

El segundo es precisamente esa generación de riqueza que ha llegado a todas las capas sociales, un dato reconocido internacionalmente y en el que destaca que el país ha sacado de la extrema pobreza a más de 500 millones de personas, generado una muy reconocible clase media y una élite de mini y grandes empresarios, con proyectos en todos los sectores imaginables.

El tercero es el proceso de urbanización, el más espectacular conocido hasta ahora, que ha llevado a centenares de millones de personas a pasar de campesinos a urbanitas, en un movimiento incesante que paralelamente incluye ciudades surgidas a velocidad de vértigo.

El cuarto se manifiesta, entre otras tantas formas, en el turismo, tanto interno (fenómeno que ha llevado a los chinos a conocerse más entre sí que en ningún otro momento de su historia) como externo (superando los 100 millones de viajeros).

Está claro que un hijo adicional contribuirá a sostener a la generación previa y ayudará con sus aportaciones económicas a un Estado que lo necesitará, pese a que no se pueda saber con meridiana certeza el impacto de la nueva política regulatoria. Entre los precedentes recientes se recuerda que a fines de 2013 el Gobierno aprobó permitir un segundo hijo a parejas en las que uno de los cónyuges fuese único, y hasta mediados de este año un millón y medio de los once millones de parejas en situación de engendrar agrandaron su familia, de acuerdo a datos oficiales recientemente publicados.

Lo anterior indica que se necesitará de una serie de estímulos adicionales a nivel nacional y provincial para que la nueva medida que tendrá que ratificar el Parlamento en marzo de 2016 dé lo mejor de sí en lo inmediato, así como en el medio y largo plazo.

Por las dimensiones del tema a legislar (la demografía de un país que actualmente representa casi un 19% de la población mundial), Pekín entiende que trata con un asunto glocal (esto es, de dimensión local y global). De allí proviene la conocida postura gubernamental en cuanto a que un buen gobierno en China es un aporte a una mejor gobernabilidad del mundo.