Millones de tibetanos recordarán siempre lo que sucedió en 1959, no en vano ese año los siervos se sacudieron el yugo impuesto por los señores feudales y se erigieron en dueños del Tíbet. ¿Pero cómo viven hoy los antiguos siervos tibetanos? Para averiguarlo, uno de nuestros reporteros entrevistó a uno de ellos, Losang Chodar, el protagonista de nuestros próximos minutos.
Losang Chodar vive en Kesong, una linda aldea de montaña de Naidong, distrito de la región de Lhoka. Antes de la reforma democrática del Tíbet, esta zona pertenecía al feudo del gran propietario de siervos Surkhang Wangchen Geleg.
Cuando en 1959 se enteró de se había iniciado la reforma democrática del Tíbet, Losang Chodar, por aquel entonces un joven de 26 años, dejó el monasterio y regresó a su pueblo natal. Al llegar allí, unos funcionarios del gobierno le entregaron títulos de propiedad de tierras y contratos de servidumbre para que él mismo los destruyera. Como vecino del pueblo de Kesong, Losang Chodar participó en la quema de títulos de propiedad y la lucha por la libertad:
"Aquel día, muchos de los habitantes de Kesong quemamos títulos de propiedad de la tierra y contratos de servidumbre. Recuerdo que los apilamos formando un montón y les prendimos fuego. Nos sentíamos muy contentos, puesto que eso significaba que ya no tendríamos que pagar más deudas a los propietarios de siervos".
Los títulos de propiedad de la tierra y los contratos de servidumbre eran los principales símbolos del régimen feudal del antiguo Tíbet. En aquel entonces, los siervos formaban el 90% de la población tibetana, pero no tenían nada. En contraste, los propietarios de siervos, que representaban únicamente el 5 % de la población, eran los dueños no solo de las tierras y los bosques, sino de la mayor parte del ganado, los aperos agrícolas y las casas. Los campesinos sin tierra se veían obligados a arrendarla a elevados precios, debiendo además prestar a su propietario pesados servicios en concepto de impuesto. Por otra parte, la concesión de préstamos a muy alto interés hacía que las deudas contraídas por los siervos pasaran de padres a hijos.
Tras la quema de los contratos de servidumbre, Losang Chodar y el resto de su familia dejaron de ser siervos de Surkhang Wangchen Geleg y se convirtieron en simples habitantes de la aldea de Kesong. Además de la libertad, obtuvieron tierra, ganado y casa, todo lo cual les animó a trabajar con gran iniciativa, como nos cuenta el propio Losang Chodar:
"Aparte de un tercio de hectárea de tierra, me dieron cinco corderos y una casa, así que ya no tenía que vivir con los pastores. Me sentía muy alegre y con muchas de trabajar la tierra que me habían dado. El primer año, mi familia y yo cosechamos más de 750 kilos de cereales. Y como teníamos vacas lecheras, podíamos tomar té con mantequilla. Las cosas iban tan bien que hasta pude casarme".
Pero Losang Chodar no es ni mucho menos el único vecino de la aldea de Kesong cuya vida cambió radicalmente gracias a la reforma democrática del Tíbet. En 1959, en Kesong solo se produjeron 80 toneladas de cereales; en cambio, el año pasado la producción cerealera de esta aldea superó las 850 toneladas.
A raíz del desarrollo socioeconómico del Tíbet, los habitantes de Kesong ya no dependen únicamente de los cereales para cubrir sus necesidades de alimento y vestido. En los últimos años, la economía local se ha diversificado, pasando a incluir el transporte turístico, los cultivos de invernadero y otras actividades. En el 2008, la renta per cápita de Kesong superó los 6300 yuanes.
Cuando los hijos de Losang Chodar se hicieron mayores, se convirtieron en reconocidos expertos en hacer prosperar su aldea. El hijo de Losang Chodar se dedica a la cría de aves de corral, mientras que su hija y su yerno son conductores de un autobús turístico. Hace ocho años, la familia de Losang Chodar construyó una casa de ladrillo de más de 300 metros cuadrados; y el año pasado, sus ingresos netos rebasaron los 30 000 yuanes.
Con más de 70 años a sus espaldas, Losang Chodar ya puede disfrutar tranquilamente de su vejez. Pero el anciano sigue haciendo planes para el futuro:
"En esta aldea vivimos muy felices. Antes pasábamos hambre y ni siquiera podíamos comer tsampa, nuestro alimento básico. Ahora, en cambio, además de tsampa, comemos otras cosas. Por la mañana, tomamos té con mantequilla; y al mediodía, pan chino o arroz. Nuestra familia ha prosperado mucho, pero sigue trabajando con ilusión. Mi mujer se encarga de la tienda y yo trabajo la tierra y cuido de nuestros tres nietos, en quienes tengo depositadas muchas esperanzas. En las vacaciones de invierno y de verano, los llevo a hacer cursos complementarios, ya que quiero que lleguen a la escuela con un buen nivel".
Losang Chodar recuerda que, antes de la reforma democrática, el sitio más lejano al que llegó fue la cuenca del Yalong, lugar donde se encuentra su tierra natal. Pero después de la reforma democrática ha podido ir a Lhasa, Xigaze y otras grandes ciudades del Tíbet. Ahora, uno de sus mayores deseos es que sus nietos sean admitidos por alguna universidad de Beijing y poder ir a visitarlos algún día.
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