Hay un dicho chino que reza: más vale ver una vez que oír cien veces. El mismo parece venirle de perillas a un anciano alemán que visitó China por primera vez a los ochenta años de edad, y desde entonces quedó prendado de este país, donde hizo numerosos amigos chinos.
Werner Douglas vive en un bario residencial del centro de Berlín, capital de Alemania. Cuando llamamos a su puerta, un venerable hombre de pelo cano y cuerpo sano y vigoroso, sale a recibirnos: "Hola," dice en chino y nos hace entrar.
"Les preparo una infusión de té de jazmín. He aquí el barquillo de Hong Kong. Pruébenlos."
A Douglas le gusta agasajar a los invitados con té y refrigerios chinos. Nos muestra orgulloso su armario, donde tiene té verde, rojo y aromatizado, regalos de sus amigos chinos. Y de inmediato damos comienzo a nuestra charla, informal y salpicada de té:
Douglas, hoy con 84 años, nació y creció en Berlín. Antes de jubilarse, trabajó en la compañía de aviación Hansa. Como tripulante, viajó por muchas ciudades de Europa, América del Norte y del Sur, pero nunca tuvo la oportunidad de ir a China. Con el paso del tiempo China fue incrementado notablemente sus intercambios con Alemania, al punto que en la compañía donde trabajaba Douglas comenzaron a aparecer caras chinas. Estos asistentes de vuelo, azafatas y sobrecargos, hicieron amistad con él, y compartían la mesa. Fue el contacto con ellos lo que convenció a Douglas de ir a China. Así lo evoca:
"Fue pura casualidad. Una vez los compañeros chinos me invitaron a cenar y me dijeron que aunque yo tenía 80 años no era tarde para hacer un viaje a China. Entonces me regalaron fideos, té, papel recortado, etc. Tanto dieron que decidí a ir a China. "
En el 2004, Douglas se sumó a un grupo de turistas, y puso el pie por primera vez en suelo chino. Al referirse a este viaje, suele mostrarse excitado, y comienza a enumerar las atracciones famosas que visitó, como la Gran Muralla, el Palacio Imperial de Beijing, el Museo de Figuras de Guerreros y Corceles de Terracota de Qinshihuang de Xi'an, el Malecón de Shanghai, las montañas y los ríos de Guilin. Dice que nunca olvidará su primer viaje a China. Y añade:
"Estoy arrepentido de no haber ido a China hasta cumplidos los ochenta años de edad. China dispone de una arquitectura antigua muy esplendorosa y maravillosos paisajes naturales, además de contar con cinco mil años de historia, literatura y arte. El desarrollo de Beijing y Shanghai me asombró mucho, es lamentable que no pudiera ver el panorama chino antes de la reforma y apertura al exterior."
Douglas piensa que China toma en serio sus defectos, lo cual es digno de admiración. A propósito nos cuenta una anécdota de su viaje:
"No sólo nos presentaron los aspectos positivos, también visitamos a una aldea china, donde la vida de los campesinos es muy dura. China se atreve a presentarlos a los extranjeros, algo que merece elogio. China tiene plena conciencia de la distancia entre la vida rural y urbana, y toma medidas para que todo el pueblo chino pueda compartir los éxitos obtenidos al calor del desarrollo económico. "
Después de regresar de China, Douglas se ha convertido en un perfecto admirador del país asiático. Ahora mismo le apasiona leer libros sobre la historia y la literatura chinas, especialmente del período de las dinastías Ming y Qing, y la historia moderna de China. Y sabe algunas palabras chinas. En fecha reciente no deja de ver películas chinas, y ya le son familiares títulos como "Lista para amar," y "2046," de Wong Kar-wai, y "Lujuria; cuidado," de Ang Lee, además de admirar a las estrellas chinas Zhang Ziyi y Gong Li. Precisamente por este profundo sentimiento hacia China, Douglas regresó en 2006 y 2007. En Beijing escuchó la ópera tradicional, paseó por los callejones y el lago posterior (Houhai), en Shanghai visitó los callejones y tomó el transbordador. Experimentó de primera mano la vida de la población china.
Hoy en día, Douglas vive solo en Berlín, pero no siente soledad, porque tiene muchos amigos jóvenes chinos y una hija adoptiva. Una vez en que el anciano fue a comprar el periódico después de la cena, sus amigos chinos le llamaron por teléfono. Al no contestar nadie, ellos se sintieron muy preocupados y acudieron a su casa, algo que tocó las fibras más sensibles de Douglas.
"Los ancianos gozan de más respeto en China que en Alemania. Los dos países tratan de manera diferente a sus ancianos. "
Douglas lleva una vida feliz en la vejez. Aparte de charlar y comer con los amigos chinos, ha hecho de la sintonía de los programas de Radio Internacional de China una asignatura obligatoria de su vida cotidiana. Por ello atesora fotos de los locutores del Departamento de Alemán de CRI, y cuando escucha una voz en la radio, puede decir su nombre. Como fiel oyente de CRI, Douglas nos muestra su colección preciosa, que incluye un boletín informativo de 1987, cuando CRI era aún Radio Pekín.
"Sí, mañana iré a Frankfurt? ¿sabes quién está en mi casa?"
Cuando la entrevista estaba a punto de terminar, Douglas recibió la llamada de su amigo chino; estaba tan alegre como un niño. Según la tradición china, el 2008 es el año del ratón. Su deseo es mantener buena salud para ir de nuevo a China.
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