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Tianjin, una ciudad que te da regusto
2008-11-03 09:37:41   CRI

En vez de rascacielos, Tianjin tiene más edificios bajos pero apiñados. Aunque las condiciones no son muy buenas, la gente convive en armonía y alegremente. Las personas se saludan al encontrarse todos los días y se ayudan con toda el alma cuando se necesitan. Los conflictos que hay de vez en cuando nunca producen problemas sino que siembran la vida de episodios interesantes, como las notas de salto de las composiciones musicales.

La mayoría de las calles de Tianjin no son rectas ni anchas, pero sí arboladas y perpetuándose a lo largo de los muros de los barrios de viviendas. Si se toma el autobús a menudo, es posible ver como, al otro lado del muro, en su patio, las ancianas dan de comer a las gallinas.

Tianjin es una ciudad especial y atractiva, pero como se encuentra demasiado cerca de Beijing, a tan sólo 120 kilómetros, nunca ha despertado en el resto del mundo la atención que se merece.

Esta ciudad de desarrollo relativamente lento, ha logrado preservar en buenas condiciones la civilización agrícola del norte de China, debido a la menor movilidad de su población. Tianjin es una de las pocas grandes ciudades donde todavía se permite disparar petardos para celebrar las fiestas. En las vacaciones de la tradicional Fiesta de la Primavera, en otras ciudades está de moda irse de vacaciones al extranjero o a otra provincia. En cambio, casi todos los tianjineses regresan al hogar paterno para reunirse con sus familiares. Todas las familias conservan las costumbres antiguas, como pegar en la pared comprar estampas del Año Nuevo y papeles recortados en el vidrio de la ventana. Aparte de eso, los tianjineses también prestan mucha atención a las ceremonias. No escatiman dinero al organizar funerales y bodas, que siempre se celebran con un gran ritual, costumbre que a los ojos de los forasteros ya no se aviene con una metrópoli moderna como Tianjin, pero que a los locales les parece imprescindible para expresar su respeto por los interesados. A diferencia de lo que sucede en ciudades de similar envergadura, en Tianjin sigue congregándose rápidamente una muchedumbre cuando sucede algo por la calle.

Los tianjineses tienen una costumbre muy radical, que consiste en en su interés común por un pequeño periódico local, el El Vespertinohoy. Todos los días después del almuerzo, el momento más tranquilo del día, por las calles y callejones puede verse sentada leyendo este periódico a gente de toda clase, vendedores, taxistas, personas que miran escaparates, etc. En comparación con otras ciudades, los medios de comunicación son limitados, pero la tirada del El Vespertino hoy figura seguramente entre las diez mayores del país. Todo ello se debe simplemente a que a los tianjineses les gusta estar informados de lo que sucede en la calle.

Los tianjineses son conocidos por su entusiasmo, honradez, franqueza y su facilidad de palabra. Aunque sea forastero, el taxista puede entablar amistad fácilmente con el pasajero a quien acaba de recoger. Antes de preguntarle algo, ya no puede controlarse más y empieza a hablar de los paisajes, las costumbres, las tradiciones y las historias de la ciudad, o a veces simplemente se queja del tráfico. Uno no puede reprimir una sonrisa al oír los innumerables refranes y expresiones coloquiales que salpican su "discurso". Si no se lo impides, puede hablar sin parar hasta llegar al destino.

Generalmente las mujeres son un fiel barómetro de lo que qué está en boga en una ciudad. Las mujeres deciden el paisaje de las cuatro estaciones de la ciudad, como por los árboles y las flores podemos saber en qué estación del año estamos. Las mujeres de Tianjin no parecen especialmente bonitas ni modernas. Impregnadas de la cultura de esta ciudad, prefieren los sentimientos y sensaciones comunes de la vida diaria. Son como los goubuli, un tipo de panecillo con relleno de carne cocido al vapor, típico de Tianjin, que por fuera no llaman la atención pero al probar su interior se perciben miles de sabores. Las tianjinesas saben arreglárselas y colman de atenciones a su marido. Son personas ejemplares, esposas virtuosas y madres solícitas. Las mañanas de invierno te calientan los calcetines; te cocinan huevos muy tiernos; te planchan la ropa todos los días; y te calientan el licor a la temperatura adecuada. Pero no se piense que las tianjinesas son débiles y fáciles de tratar; de hecho, en lo hondo de su corazón se esconde un anhelo de libertad y si en alguna ocasión los intereses de su familia salen perjudicados, no dudan en decir y hacer todo lo necesario para protegerlos.

Muy posiblemente por este tipo de espíritu ciudadano y este tipo de mujer, los hombres de Tianjin muestran un humor y una sabiduría muy particulares en su hablar cotidiano. Aunque hablan por lo general despacio, nunca se olvidan de añadir vívidas metáforas e ironías precisas, como si estuvieran en una tertulia televisiva, lo que siempre produce hilaridad entre los presentes. Muchos chistes que circulan por el país tienen su fuente en Tianjin. Las representaciones de Ma Sanli, famoso artista de diálogo cómico de Tianjin, también son bien acogidas en todos los lugares y la barrera del dialecto nunca ha impedido su éxito popular. En el corazón de los chinos, el tianjinés es un dialecto muy interesante impregnado de comicidad.

En comparación con la diurna, la Tianjin nocturna parece más una gran ciudad moderna. Los restaurantes, bares y lugares de diversión se adornan con luces y la calle es un hormiguero de gente. Ir a las casas de té y apreciar la ópera local constituyen las dos actividades nocturnas preferidas por los tianjineses. Siendo el pueblo del quyi (quyi es un término general que se refiere a las formas folclóricas del norte de China y que incluye narraciones, recitación acompañada de tamboril y diálogos cómicos, etc.), en Tianjin viven muchos personajes representativos de distintas escuelas del arte escénico. Según dicen, todos los famosos artistas del diálogo cómico de China saben hablar bien tianjinés. Si se quiere descollar en el círculo del quyi, primero hay que ganar el reconocimiento de los tianjineses. Aparte de las compañías profesionales de ópera, los teatros de aficionados de aquí también gozan de la misma fama en todo el país.

En Tianjin, la mayoría de casas de té son muy simples. La entrada cuesta más o menos seis yuanes, lo que incluye tanto té y tanta agua caliente como se deseen. En el salón reina el aroma del té, la fragancia de la naranja y el olor a tabaco, mientras que en el aire se mezclan el picar de pipas, el escanciar de agua y las conversaciones, creándose una atmósfera difícil de encontrar en otras grandes ciudades. La Casa de Té de Yanyue, en el número 66 de la calle de Jirong, distrito de Heping, es donde solía actuar el gran artista Ma Sanli. Según dicen, todos los fines de semana un anciano beijinés iba a Tianjin en tren. Primero desayunaba y almorzaba en la Calle de los Bocadillos; luego subía a un taxi y se dirigía a la Casa de Té de Yanyue, donde se pasaba toda la tarde escuchando diálogos cómicos; finalmente, regresaba a Beijing cargado con el marisco que había comprado.

Tianjin parece una persona que ha experimentado la prosperidad y la decadencia, a quien ya nada le importa, sino la búsqueda de los placeres y alegrías comunes de la vida cotidiana. La fiebre de hacer negocios, de comprar y vender acciones, y de revender que padeció todo el país, no afectó en Tianjin a mucha gente. Los tianjineses tienen en poca estima a los que ostentan riquezas y no parecen muy dispuestos a dedicar mucho tiempo y grandes energías a ganar dinero.

La historia de Tianjin no es larga, puesto que se fundó hace sólo algo más de 600 años. Al principio era una fortaleza militar. Después de la guerra, fue convirtiéndose en una pequeña ciudad agrícola. Los soldados se hicieron campesinos, pero su carácter abierto, noble y entrometido ha pervivido hasta nuestros días. La economía agrícola predominó en la ciudad durante más de 200 años, situación que no experimentó cambio alguno hasta finales de la dinastía Ping (1644-1911). En la década de 1860, debido a la frustración sufrida en la guerra contra las fuerzas aliadas de Inglaterra y Francia, Tianjin fue obligada a abrir su puerto marítimo al comercio exterior. De allí en adelante, comenzó a prosperar en esta ciudad una economía basada en el transporte marítimo, lo que aceleró su crecimiento y su transformación en el centro comercial del norte de China. Así que numerosos y acaudalados comerciantes se desplazaran a esta ciudad para hacer negocios. Fue aquí donde se trasladaron el último emperador de la dinastía Qing y los funcionarios de alto rango tras ser expulsados del Palacio Imperial de Beijing. Tianjin fue más rica y populosa en las décadas de 1920 y 1930, período en el que gozó del mismo prestigio que la ciudad de Shanghai.

Los testigos más importantes de esta historia son las construcciones antiguas, sobre todo los pequeños edificios de estilo occidental. La historia dejó a Tianjin cerca de mil tales edificios, que en sus muchos años de vida cambiaron muchas veces de dueño. Con una gran diversidad de estilos, inglés, francés, alemán, ruso, italiano, etc., los chalets se concentran en las avenidas de Chengdu, Chongqing, Changde, Dali, Munan y Machangdao. Esta es ciertamente una de las zonas más fascinantes de la ciudad. Sus primeros dueños fueron extranjeros, familiares del emperador y funcionarios de alto rango de la corte Ping, a los que se añadieron el presidente, los ministros y los gobernadores militares del gobierno burgués, y más tarde grandes negociantes, personajes ilustres y estrellas de cine. Como se encuentra cerca de Beijing, Tianjin resultaba ser el lugar ideal para establecer su residencia de vacaciones.

Hoy día, ese barrio es la zona más tranquila de Tianjin. Tanto al amanecer como al atardecer, estos bonitos edificios de ladrillo rojo, envueltos en suaves luces, hacen retroceder en el tiempo y recordar vívidas historias.

 
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