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Sueño de pabellón rojo
2008-10-22 14:52:06   CRI

El Sueño del Pabellón, una obra literaria sumamente famosa en China y fue escrita por Cao Xueqin, en tiempos de la dinastía Qing.

El Sueño del Pabellón Rojo representa, probablemente, la cumbre del arte de la novela en China. Muchos intelectuales consideran que esta es una de las obras maestras universales. La forma en que describe la identidad de sus personajes, su honda y rica humanidad, su estilo perfectamente acabado y su argumento, así lo acreditan. Sus personajes resultan más auténticos y familiares para nosotros que nuestros más íntimos amigos, y cada uno habla con una inquietud que nos es fácil reconocer.

El argumento es el siguiente:

En una casa-jardín fabulosamente rica, vivía una gran familia noble, con cuatro hijas y un hijo en pleno crecimiento y unas primas muy bellas, de la misma edad, siempre sonrientes y de fácil conversación. Les acompañaban una gran cantidad de criadas sumamente encantadoras y diligentes, algunas intrigantes y otras de genio vivo pero francas, y algunas secretamente enamoradas del amo; también unas pocas esposas de los sirvientes siempre enredadas en historias de pequeños celos y escándalos familiares; un padre siempre ausente del hogar por sus funciones oficiales; y dos o tres nueras que dirigían la complicada tarea de la casa, con orden y precisión. Entre estas últimas, Wang Xifeng, era la más capaz, la más hábil y más querida por todos, aún siendo del todo analfabeta.

El protagonista, Baoyu, un mozo en la adolescencia, inteligente, y muy acostumbrado y a gusto con la compañía femenina, enviado, según se nos da a entender, por el mismo Dios para atravesar toda esta fantástica combinación de amor y sufrimiento, vivía protegido en exceso, como todos los herederos únicos de las grandes familias de China, mimado por su abuela, la mayor autoridad de la casa, pero temeroso del padre, admirado por todas sus primas y al cuidado de muchas criadas guapas, que le asistían en el baño y le velaban durante toda la noche.

El amor de Baoyu pertenecía a Daiyu, la prima huérfana que vivía en la misma casa, enferma de pulmonía. La belleza y la poesía de Daiyu eran muy superiores a las demás. Daiyu, quizá demasiado inteligente para ser feliz en medio de tanta mediocridad y ligereza, amaba a Baoyu con toda la intensidad de la pureza.

Otra prima de Baoyu se llamaba Baochai, y también estaba enamorada de él. Baochai es de ánimo más práctico y quizás por eso es la preferida como esposa por los mayores de la familia.

El engaño final, los arreglos para la boda con Baochai que las respectivas madres emprenden sin que lo sepan Baoyu y Daiyu, desatan la tragedia. Daiyu no se entera del arreglo hasta poco antes de la ceremonia, provocándole una risa histérica que le ocasiona la muerte. Baoyu no se entera de lo ocurido hasta la noche de la boda. El descubrimiento del engaño orquestado por sus propios padres le hace abandonar la casa y tomar los hábitos de monje.

Toda esta peripecia se narra con el telón de fondo de la fortuna y la desgracia de una gran familia, en medio del continuo in crescendo de los infortunios familiares que se suceden en el último tercio de la novela y que, en verdad, quitan el aliento.

Los días de placer de los jóvenes llegaron a su fin y por todas partes se respira un aire de tristeza: en lugar de un festín bajo la luna otoñal, oímos los fantasmas que lloran en el patio desierto.

Las chicas hermosas de la familia se irán casando con jóvenes de diferentes familias y cada una tendrá una suerte diferente. Las criadas personales de Baoyu salen de su lado y la más devota, Chingwen, muere casta y fiel. Por su parte, Yuanchun, que es la hija mayor de la familia y también una concubina del emperador, muere en el palacio imperial muy sola; la segunda hija, Yingchun, muy bondadosa, muere víctima de la violencia de su esposo; la tercera hija, Tanchun, que personifica la combinación de las virtudes de Baochai y Daiyu, se casa y pasa a vivir con una familia tan alejada que casi le resulta imposible ver a sus padres y hermanos; y la más pequeña de la familia, Xichun, decide abandonar tan agitado mundo para convertirse en monja como su hermano Baoyu.

Se desvanece el fantástico retrato.

Daiyu y Baochai, al igual que otros personajes, han pasado a ser las favoritas de toda la nación. La mejor manera de descubrir el temperamento de un chino es preguntarle si prefiere a Daiyu o a Baochai. Si dice Daiyu es un idealista, y si dice Baochai es un realista. Si le gusta Chinwen, es probable que llegue a ser un buen escritor y si simpatiza con Xiangyun, otra prima de Baoyu, debe admirar la poesía de Libai, que es el príncipe de los poetas vagabundos chinos.

 
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