La cosa ya está clara. Nos prometieron que construirían una carretera. ¿A qué día estamos? 27, 28, 29 y 30; nos queda poco tiempo y hay mucho trabajo. El gobierno del distrito también se lo toma muy en serio. Además tenemos un proyecto a largo plazo para la villa de recreo, que abarcará el bosque de abedules del oeste, un funicular, una pista y otras obras. Mañana tendré que verlo todo de cerca para hacerme una idea general.
Xie Jiang, un hombre de unos 50 años, e s gerente general de una pequeña empresa. Entusiasta y trabajador, lo único que le preocupa es atender bien a los turistas.
Se pasa los días trabajando como una mula. Cuando su mujer viene de Beijing a verlo, le pide que abandone este trabajo tan duro y que vuelva con ella a la ciudad, su tierra natal, para disfrutar de una vida tranquila. Entonces a Xie Jiang le viene a la memoria la época en que empezó su vida de pastor en las estepas de Mongolia Interior. A fines de 1968, en plena efervescencia social de la "revolución cultural", Xie Jiang, un joven intelectual de origen burgués, fue enviado junto con varios compañeros a un pequeño pueblo de esa región llamado Huitengxile. El objetivo era reeducarlos mediante la convivencia con los pastores pobres. Hacía mucho frío, pero los pastores mongoles los recibieron con té con leche caliente. Esa calidez penetró en el corazón de Xie, que empezó a trabajar de pastor. Habiendo recorrido todos los rincones de Huitengxile, se siente pastor e hijo de la hermosa estepa.
No hablo mongol. No uso ropa mongo la. Pero el aguardiente de leche me embriaga. Soy hijo de la estepa. Amigos forasteros: sed bienvenidos, bienvenidos a esta estepa, mi tierra.
Xie Jiang vivió diez años en la estepa. De los jóvenes intelectuales enviados a este pueblo mongol, el fue el último en regresar a Beijing, su ciudad natal. En la capital desempeñó varios trabajos: obrero, director de una fábrica, subdirector de una empresa de capital mixto... No obstante, siempre se ha sentido un poco desarraigado, como un vagabundo, añorando intensamente la tierra negra de Mongolia Interior. En verano de 1998, él y sus antiguos compañeros volvieron a la tierra que tanto echaba de menos y visitaron el pueblo de Huitengxile, donde habían sido enviados 30 años atrás. El aspecto del pueblo no había cambiado: muros de adobe, ropas remendadas y las gallinas, que en algunas familias siguen siendo el único medio de ahorro para la adquisición de los condimentos de la comida de todos los días. El atraso y la pobreza de la estepa conmovieron profundamente a Xie.
Xie Jiang dijo que han pasado 20 años desde que me fui de Huitengxile, pero todo sigue igual. Tristes y doloridos, mis compañeros y yo empezamos a pensar en hacer algo por este pueblo. En diciembre de 1998, decidimos reunir un capital y montar una villa de recreo en Huitengxile para aprovechar sus recursos turísticos y su mano de obra.
Xie estaba dispuesto a irse llevándose consigo todos sus ahorros. Unos días antes de partir, su hermano, después de pensárselo mucho, le dijo que algún día se arrepentiría de haber invertido en un pueblo tan pobre y con tan poco futuro. Pero Xie estaba decidido a hacer realidad lo que soñaba para su amada tierra. Su villa de recreo se inauguro en julio de 1999 y no tardó en convertirse en un atractivo centro turístico de la zona.
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