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La vida ofrendada germina en la felicidad de los niños
2008-06-13 11:30:14   CRI

Desde que se produjo el terremoto de 8 grados en la escala de Richter en la provincia de Sichuan, el pasado 12 de mayo, hemos experimentado una emoción tras otra, escuchando cada historia de cómo unas personas salvan a otras, o de salvamentos efectuados por los propios vecinos de la zonas afectadas por el sismo.

El 12 de mayo a las 14:28 horas locales, los 483 estudiantes de la Escuela de la Esperanza, de la aldea Haiguang, poblado de Qushan, en el distrito de Beichuan, recién terminaban el descanso del medio día. La mayoría de ellos jugaba en la explanada deportiva, mientras otros descansaban en las salas de estudio con ojos soñolientos. De súbito, la tierra comenzó a temblar, haciendo que puertas y ventanas se tambalearan fuertemente. "¡Terremoto!" se oyó gritar a muchos, mientras todos corrían en tropel hacia la explanada. Diez segundos después, dada la creciente violencia del sismo, las viviendas en los alrededores de la escuela comenzaban a derrumbarse. En ese momento, algunos profesores agrupaban a los estudiantes en el centro de la plaza deportiva; otros se introducían de nuevo al edificio docente, en busca de estudiantes atrapados en el interior. Los educadores expusieron su propia seguridad por salvar a sus alumnos, buscándolos de un aula a otra, en medio del desplome y la confusión.

La intensa nube de polvo levantada por el fuerte sismo ahogaba a los estudiantes, que apenas podían respirar. Para evitar los efectos fatales de las posibles replicas, Xiao Xiaochuan, director administrativo de la escuela, ordenó a los estudiantes que corrieran a la montaña de enfrente. Gracias a ello, por fortuna, no hubos muertes o lesiones que lamentar. En la tarde algunos chicos habían vuelto con sus padres, pero a las cinco todavía quedaban 71 estudiantes desaparecidos.

En la madrugada del siguiente día, nueve profesores que habían cuidado a los estudiantes durante toda la noche hicieron una reunión. La única opción realmente viable para proteger a los pequeños era salir de la zona afectada por el sismo. Sin embargo, no parecía nada fácil encontrar el camino que los alejara de la muerte. Un profesor revive de esta manera aquellos instantes terribles:

"Cuando reccorríamos los caminos, a menudo tropezábamos con interrupciones causadas por las rocas caídas desde las laderas, la tierra se desplomaba y el camino estaba cenagoso. No teníamos otro remedio que arrastrarnos. "

Encabezados por los nueve profesores, 71 chicos iniciaron su recorrido hacia la salvación. Entre ellos, el menor sólo contaba 5 años y el mayor, 14. Por fin, después de atravesar a pie casi un centenar de kilómetros, y con la ayuda de los socorristas, todos los niños llegaron a la Escuela Secundaria de Yingcaim, de la ciudad de Mianyang, donde recibieron los cuidados necesarios.

Para los profesores que guiaron al grupo, sin embargo, el contacto con el dolor no había concluído. De ellos, cuatro se habían enterado de la muerte de algún familiar. Otro estaba inconsaolable, sabiendo que había perdido a siete familiares. Hasta el día de hoy, los restantes educadores siguen sin noticias de sus seres queridos. Xiao Xiaochuan nos cuenta:

"Mi padre ya tiene 81 años, y hasta hoy no sé nada de él; sigo sin noticias suyas."

Una historia no menos conmovedora que ésta fue la ocurrida en la Escuela Secundaria de Ju Yuan, en Du Jiangyan. El mismo día de la catástrofe, Pubin, un joven profesor de geografía, impartía sus clases como de costumbre. Cuando se produjo el temblor Pu enseñaba en el primer piso. Aunque Pu se hallaba muy próximo a la zona de seguridad y, por tanto, tenía mayor posibilidad de escapar del peligro, no se preocupó de sí mismo, sino que organizó serenamente la evacuación de los chicos.

Gracias a los esfuerzos de Pu, 56 de 76 estudiantes resultaron ilesos. Pu, empero, nunca pudo abandonar el edificio. Sacrificó su vida a lo 28 años defendiendo a los pequeños. Cuando los rescatistas realizaron la labor de búsqueda en las ruinas, descubrieron a dos estudiantes. ya muertos, pero todavía protegidos bajo el cuerpo del joven profesor. En el último momento trató de cubrir a los niños con sus brazos. Un miembro del grupo de rescate imagina lo que sucedió :

"Puede ser que cuando corrían hacia la salida del edificio, éste se derrumbó, y el profesor Pu, por puro instinto, se abalanzó hacia los chicos con los brazos extendidos, a modo de protección. "

Al hablar de su salvador, los estudiantes sobrevivientes reconocen entre sollozos:

"Si no me hubiera protegido el profesor Pu, ahora estaría en el hospital o en el crematorio"

"¡ Mil gracias, profesor Pu!"

La tristeza de los pequeños es compartida, a mayor escala, por la esposa de Pu. Luego de ocho años de noviazgo, ambos habían celebrado su boda a principios de este año. Hoy, sabiendo que nunca más verá a su amado, no cesa de lamentarse:

"Me dejó sin nada, nada; ni siquiera hubo tiempo para un hijo."

En la familia de Pubin hay 13 profesores. Como uno de ellos, su madre se siente orgullosa de su hijo:

"A pesar de que mi hijo se sacrificó, no me siento arrepentida. Salvó a 56 estudiantes, lo que significa el consuelo de 56 madres. Aunque perdí a mi hijo, me siento orgullosa por él, que fue capaz de cambiar su vida por la felicidad de tantas familias. "

El sacrificio de Pubin, muestra de valor y entrega, deja como mayor legado a los educandos el indomable espíritu de pugnar por salvarse y la incalculable riqueza de una vida naciente preservada para el porvenir.

 
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