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Del noviazgo a la boda de la etnia Daur
2007-06-20 16:11:48   CRI

El ritual matrimonial de los daur se desarrollaba en tres etapas: el noviazgo, la entrega de los regalos de compromiso y el casamiento. El tradicional noviazgo tenía validez desde que se aceptaba la recomendación de la casamentera, se tomaba el licor y se tocaba el suelo con la cabeza, aunque no se firmara ningún documento. El noviazgo se realizaba en dos formas: la primera se establecía antes de que nacieran los novios, hijos de amigos que querían continuar con su amistad; la otra se efectuaba por medio de la casamentera, quien podía ser una persona de parentesco cercano o buena amiga de la familia de la novia. Si los padres de la novia aceptaban el brindis y la reverencia expresada por la casamentera con el roce de la cabeza contra el suelo después de conocer los detalles referen¬tes al novio, quería decir que estaba establecido el noviazgo. Entonces, era agasajada por la familia del novio con licor y frutas y el novio expresaba su agradecimiento tocando el suelo con la cabeza. En algunos casos, con el fin de consumar el noviazgo la casamentera tenía que hacer varias visitas. Sin embargo, el noviazgo establecido podía ser anulado si se des¬cubría que una de las dos partes había tenido contacto carnal con una tercera persona o había mostrado poca decencia en su comportamiento.

Los daur se enorgullecían de la solemnidad de sus ritos y de la cantidad de los regalos. Aprobado el noviazgo, la parte del novio tenía la obligación de entregar dos clases de regalos a la otra parte. La primera se llamaba "siete vidas": cinco cerdos sacrificados, un caballo armado con bridas ?símbolo de los lazos matrimoniales? y una vaca lechera que representaba la leche de que se había alimentado la hija; la segunda eran unos jarros de licor, pasteles caseros y alimentos derivados de la leche, cosas éstas que los padres de la novia usaban para preparar un banquete en honor de todos los miembros del clan y repartían entre las familias que lo componían. Esta era una antigua tradición, por la cual se entendía que el matrimonio no era asunto personal sino que estaba relacionado con los clanes de ambas partes. La entrega de los regalos se efectuaba por medio de una ceremonia muy interesante. En el banquete el encargado de los regalos hacía elogio de cada uno de los regalos y el novio ofrecía licor y tocaba el suelo con la cabeza ante los ancianos de la familia de la novia, en señal del reconocimiento. Al tercer día, cuando el encargado de los regalos y el novio iban a regresar, el suegro devolvía el caballo al novio como regalo, y éste, antes de un mes de la celebración de la boda volvía a visitar a los futuros suegros para darles regalos por la segunda vez, que eran telas, vestidos y joyas y convenir con ellos la fecha de la boda.

El día anterior a la boda el futuro yerno iba a caballo a la casa de los suegros. A la hora de cenar, la suegra, acompañada de una parienta cercana que tenía hijos de ambos sexos, atendía a los novios, sentados cara a cara; y éstos se servían sopa de arroz glutinoso en un solo tazón con la ayuda de un par de palillos. Esta manera de comer simbolizaba el deseo de que ambos se amaran intensamente y compartieran las alegrías y las penas en toda la vida. Esa misma noche los novios dormían juntos.

Al día siguiente, la novia iba a la casa de su futuro marido, acompañada de los parientes del clan. En vez de vestir la blusa larga de tela fina y color azul, como de costumbre, iba adorna¬da de seda con bordes bordados, de su pecho colgaban un pañuelo y una tabaquera, calzaba zapatos de madera cuyo grosor llegaba a tres centímetros o unos zapatos de seda. El novio vestía una túnica forrada de doble tela, y llevaba la cabeza cubierta con un gorro adornado con una cola de marta o de ardilla. El cochero del vehículo en que iba la novia debía ser algún pariente cercano suyo y sus acompañantes debían tener hijos de ambos sexos. Las mujeres embarazadas y las viudas no podían figurar entre los acompañantes de ninguno de los contrayentes. Los coches acompañantes de la novia iban cargados de vestidos, edredones, colchones, armarios, cajas, un espejo de tocador y otros objetos cuya cantidad se determinaba según las circunstancias económicas de los padres de la novia. Los coches iban según un orden tradicional: el primero era para la novia, el segundo para las mujeres y el tercero para los hombres. El novio, montado a caballo, iba a la cabeza de los coches y un acompañante cerraba el grupo. Los coches debían detenerse a un kilómetro de distancia de la entrada de la aldea donde vivía el novio y tomaban descanso a mitad de camino, encendían una hoguera y bebían mientras comían pasteles. Si alguien pasaba por allí, era invitado a saborear algunos tragos y pasteles aunque fuera desconocido. Las parte del novio tenía que enviar dos jinetes, un anciano y un niño al encuentro de la compañía de la novia, y el anciano solía sacar tazas y licor para brindar con los acompañantes. Estos entraban a la aldea por el este, esperando con esto que la felicidad les viniera por donde viene la luz. Si la entrada a la casa del novio se hacía a la caída del sol, había que suspender del lado oeste de la puerta un espejo, símbolo del sol, para evitar desgracias postmatrimoniales. Si el convoy pasaba por algún pozo era necesario tapar la boca del mismo con una tela roja para evitar que el alma de la novia cayera en él.

Al apearse de los coches o de los caballos, los acompañantes se separaban según el sexo, los hombres iban por el lado izquierdo y las mujeres por el derecho. La novia era ayudada por las mujeres jóvenes miembros de las comitivas de recepción y de despedida, para apearse del coche y caminar hacia adelan¬te hasta ponerse entre las dos columnas, mientras tanto los padres del novio llenaban tazas de licor y las ofrecían a los acompañantes de la novia en un brindis llamado "licor de entrada". En la boda no se practicaba la costumbre han de saludar la Tierra y el Cielo. Al introducirse en la habitación oeste según el orden de las mujeres primero y los hombres después, la novia se sentaba en la cama sur, de cara a la ventana, y se quitaba la tela que le cubría la cabeza. Entonces todos tomaban el licor de recepción y se servían todos entre sí los tabacos. Los acompañantes de la novia se sentaban en los asientos principales del banquete, el cual se componía de tres partes: platos que acompañaban los tragos, platos de carne y platos de verduras.

En el banquete de un anciano familiar de la novia hacía uso de la palabra para felicitar a los contrayentes. Los invitados y los anfitriones brindaban mientras se decían algunas cosas interesantes. Al término del banquete la novia saludaba a los suegros y a los miembros de la generación mayor. Al día siguiente se despedían los acompañantes de la novia. Al cum¬plir un mes de casada, la nueva esposa regresaba a visitar a sus padres acompañados de su marido.

 
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