Al entrar en una cocina china como las que usaban nuestras abuelas y siguen usándose en algunos lugares del campo, en una de sus paredes se ve un altar con una imagen de una divinidad conocida como Dios de la Cocina o del Hogar.
En China, las celebraciones que acompañan la llegada del nuevo año comienzan el día 23 o 24 del duodécimo mes del calendario lunar, con una tradición muy extendida: rendir culto a Zaoshen o Dios del Horno, también conocido como Dios de la Cocina. En el pasado, casi todas las familias tenían en la pared de su cocina un altar con la imagen de dicha deidad, que además de presidir esta parte de la casa era considerada el santo patrón del hogar.
El altar se encontraba generalmente en la pared este o norte, siendo lo más habitual que la imagen coloc ada en él fuera la del dios. Pero a veces figuraba también la de su mujer: la Diosa del Horno. Debajo de las imágenes solía haber un calendario lunar.
La milenaria cultura china, cuyas raíces se hunden en la agricultura, siempre ha prestado especial importancia a los alimentos. Como dice el refrán, ¨para el pueblo, la comida es el cielo¨. Tal vez por eso, el Dios del Horno desempeña también la función de mensajero entre el cielo y la tierra.
Zaoshen es la divinidad protectora de la cocina. Pero, al mismo tiempo, como representante del Dios Supremo en el mundo terrestre, observa los comportamientos buenos y malos de los seres humanos. Según la tradición, en vísperas de Año Nuevo Chino, el Dios del Horno baja del cielo para vivir unos días con la familia a la que protege y vigila todo el año. El 23 del diciembre del calendario lunar, vuelve al cielo e informa al Di os Supremo sobre el comportamiento de la familia. Tras escuchar el informe de Zaoshen, el Dios Supremo decide la suerte de la familia durante el año que va a comenzar: favorable para la buena y adversa para la mala. De ahí que las palabras del Dios del Horno sean tan importantes para las familias?
Pero, ¿cuáles son los criterios del dios sobre lo bueno y lo malo? Pues, los criterios de Zaoshen sobre lo bueno y lo malo coinciden con los de la gente común y corriente. Dichos criterios se resumen en tres: la unión de los familiares, en especial el hecho de que los hijos y los nietos respeten a sus mayores y los cuiden bien; el no desperdiciar los alimentos, antiguamente muy limitados; y el ganarse la vida de manera honrada, es decir, sin recurrir a engaños ni perjudicar a los demás.
Al atardecer del día en que el Dios del Horno regresa al cielo, todos los miembros de la familia se reúnen en esta parte de la casa para celebrar una solemne ceremonia: la Despedida al Dios del Horno. Sobre una mesa colocada en el centro, se prende incienso y se disponen varios alimentos como ofrenda al dios. Entre estos no puede faltar el tanggua, un tipo de caramelo hecho con gelatina de germen de malta, cuya forma recuerda a la de una pequeña calabaza. Sobre la costumbre de ofrecer dulces al Dios del Horno, existen explicaciones bastantes curiosas: "Al Dios del Horno se le ofrece tanggua para rogarle que cuando informe al Dios Supremo sólo diga cosas dulces sobre la familia". "El caramelo es pegajoso, así que después de comérselo, el Dios del Horno ya no puede decir nada. De esta manera, se consigue que mantenga la boca cerrada".
Fi nalizada la ofrenda, se descuelga la imagen del dios y se le prende fuego para reducirla a cenizas, rito que simboliza su ascensión al cielo. En algunos lugares, la imagen se quema junto con caballitos de bambú, en la creencia de que estos animales llevarán a Zaoshen hasta el cielo. También hay quienes utilizan gallos en lugar de caballitos de bambú. La Despedida al Dios del Horno term ina con los miembros de la familia rezando juntos para desearle buen viaje y pedirle que regrese pronto.
Los alimentos ofrendados a Zaoshen varían de un lugar a otro. Como es natural, el dios no se los come, sino que son los seres humanos, sobre todo los niños, quienes los consumen. No es de extrañar, por lo tanto, que el día 23 del duodécimo mes lunar fuera antiguamente la fecha más esperada por los niños a lo largo de todo el año.
El Dios del Horno sube al cielo el día 23 del último mes lunar y vuelve a la tierra una semana después, es decir, la noche de la vísper a del Año Nuevo, trayendo consigo las órdenes del Dios Supremo. Sin embargo, Zaoshen cumple también otra función: mostrar el camino a las demás divinidades que descienden del cielo para celebrar la fiesta junto con los seres humanos. El día de Año Nuevo, los dioses retornan al cielo, pero el Dios del Horno se queda en la cocina de las familias.
La veneración del Dios del Horno se originó hace miles de años. La ceremonia de presentarle ofrendas empezó a tomar forma ya en la dinastía Zhou (1046-221 a. de C.). Pero, ¿quién es realmente el Dios del Horno? A esta pregunta se le dan varias respuestas. Algunos eruditos lo identifican con el mitológico Zhurong o Dios del Fuego; otros creen que se trata de Suirenshi, el legendario soberano que enseñó a los chinos a hacer fuego horadando un trozo de madera.
Estas dos opiniones coinciden con el culto que la sociedad prehistórica rendía al fuego, elemento cuyo dominio permitió a los seres humanos consumir alimentos cocidos y agua caliente, lo que representó un paso decisivo en el desarrollo de la civilización humana. La adoración de esta fuerza natural ha dejado profundas huellas en la hist oria de todas las culturas.
No obstante, según una hipótesis más prosaica, el Dios del Horno no es un ser sobrenatural, sino un hombre común y corriente llamado Zhang que se casó con la hija de la familia Guo, una joven diligente, ahorrativa y virtuosa. Más tarde, Zhang se casó en segundas nupcias con una mujer apellidada Li, que, a diferencia de su anterior esposa, era holgazana y enredadora. De vez en cuando, Li hablaba mal de Guo delante de Zhang, quien finalmente se separó de su primera esposa. Al cabo de unos años, cuando se hubo gastado todo el dinero de Zhang, Li lo abandonó. Convertido en mendigo, un día de invierno, Zhang, aterido de frío y medio muerto de hambre, se desmayó ante la casa de una familia acomodada. Una bondadosa criada lo despertó y lo invitó a entrar para tomar algo en la cocina. Allí el hombre se encontró con la dueña de la casa, que era nada más y nada menos que la señora Guo, su primera esposa. Al verla, Zhang se sintió tan avergonzado que se arrojó al fuego de la cocina, donde pereció abrasado. Cuando el Dios Supremo se enteró de lo sucedido, nombró a Zhang Dios del Horno y le encargó que supervisara en su nombre el comportamiento de los seres humanos, compensándolo así por haber pagado su error con la muerte.
En muchos lugares de China, la importancia de la fiesta del 23 de diciembre del calendario lunar es comparable a la de la Fiesta del Medio Otoño. Cuando llega esta fecha, la gente que trabaja, estudia y hace negocios fuera de su tierra natal procura volver a casa para reunirse con los suyos. En la ceremonia de veneración al Dios del Horno, todos los miembros de la familia le rezan con la esperanza de que el nuevo año les traiga paz, salud y felicidad.
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