En la parte oeste de la provincia de Hunan, tierra natal de Mao Zedong, hay muchas aldeas donde viven minorías étnicas tales como la miao y la tujia. Habitan en su mayoría en las montañas, y aunque tienen comunicación con el resto del país por carretera, conservan intactos sus propios hábitos y costumbres, lo que constituye un gran atractivo para los turistas, atraídos por sus peculiares atavíos y vestimentas, así como su modo de vida y producción.
Las aldeas se ubican al lado de manantiales libres de contaminación, que aseguran el uso del agua y la producción de por vida. Con frecuencia se ven niños nadando en las cristalinas aguas o a muchachas pescando para luego preparar un plato especial junto con el arroz.
Las restricciones topográficas impiden usar grandes máquinas agrícolas para labrar la tierra. Los arrozales terraceados forman un cuadro natural sumamente hermoso. Las azadas y hoces son aperos agrícolas comunes, a lo que se suman pequeños implementos de labranza para diversas labores del campo. Los búfalos son muy importantes en la siembra, porque son mucho más ágiles en comparación con las máquinas en terrenos complejos.
Las casas son construidas generalmente con piedras, que abundan en medio de las grandes montañas y son los más baratos materiales de construcción. La casa está compuesta por tres habitaciones que dan al sur, con las ventanas siempre abiertas, porque en verano hace un calor sofocante, y en invierno se siente más frío en el interior del inmueble que afuera, si no se cuenta con fuego para calentarse. El cuarto central sirve de pasillo, en el oeste viven los niños, mientras el este es ocupado por la pareja. En el patio se secan los granos o pimientos rojos, indispensables para la cocina de los hunaneses.
Algunas mujeres se dedican a tejer en casa telares de madera de estilo antiguo. Quien quiere sacar una foto tiene que pagar de dos a cinco yuanes. Los ancianos trenzan cestos de mimbre en casa o fuman holgadamente a la orilla de los manantiales.
Para sacar provecho los recursos autóctonos, algunas aldeas de minorías étnicas han formado un contingente dedicado a la recepción de los turistas. Algunos sirven de guías para explicar la historia y las costumbres de su etnia; otros ofrecen representaciones que reproducen las actividades en los días de festejo con trajes étnicos; otros abren restaurantes y tiendas de recuerdos turísticos. Poco a poco las otrora asiladas aldeas de las minorías étnicas están abriendo sus puertas al turismo
Derung es una de las más pequeñas minorías étnicas de China. La mayoría de sus 5.000 integrantes vive en la aislada región del valle del río Derung (provincia de Yunnan) que se encuentra a 1.000 kilómetros de Kunming, cercada por la montaña Gaoligong en el este, la montaña Dandanglika en el sur, la frontera de Myanmar por el oeste, y el Tíbet en el norte. La densa nieve deja aislada a la comarca por seis meses cada año.
Los deruneses creen que todo lo que está sobre la Tierra tiene su alma. Son hospitalarios con los visitantes, y se avergüenzan cuando no tienen regalos para entregarles. Todavía cultivan la tierra talando los árboles y quemando el suelo, pues las máquinas agrícolas modernas son inaplicables en esta tierra. Algunas familias, con la ayuda del gobierno, han empezado a dedicarse a la cría de animales.
Hasta hace 50 años, las mujeres de Derung tenían la tradición de utilizar tatuajes faciales. Hay varias teorías para explicar los motivos originales de esta práctica antigua. Una afirma que los tatuajes son puramente decorativos; otra que los tatuajes posibilitan a las mujeres encontrar su alma después de la muerte; y otro más afirma que así las mujeres evitan ser raptadas. Hay incluso un argumento de que es la mejor manera de distinguirse de los hombres.
Aunque provengan de diferentes clanes o familias, las mujeres del curso superior y medio del río Derung llevan similares tatuajes. Hoy sólo 64 mujeres de Derung tienen esos tatuajes. De ellas la mayor tiene 108 años y la menor 50. Cuando tenían 12 o 13 años, las tatuaron como señal de que habían comenzado la edad adulta.
Para iniciar el proceso de tatuaje una mujer mayor comienza por pintar con hollín la cara de la chica con una brizna de bambú, y luego pincha la piel con un espino y embadurna las heridas con hollín o un tipo de extracto herbáceo. La hinchazón roja desaparece después de una semana, dejando un dibujo permanente de color azul oscuro en la piel.
Kaiyuan, una de las 64 restantes mujeres tatuadas en la cara, abriga un deseo: que se exhiban las imágenes fotográficas suyas y de su hermandad en un distinguido museo donde personas de todas partes del mundo puede verlas y compartir los rasgos distintivos de la cultura de Derung.
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