China y México son países parecidos en su estructura social. Ambos tienen una población mayoritariamente compuesta por jóvenes. Es una ventaja en términos económicos. Cuando la fuerza laboral se encuentra en su etapa más productiva, su contribución al crecimiento económico es significativa. Los jóvenes económicamente activos producen, consumen y pagan impuestos. Trabajan para generar un patrimonio a fin de formar su propia familia. Pero si esa generación no tiene el suficiente número de hijos, sus herederos y la futura fuerza laboral, que equilibren el balance con el número de adultos, se generan problemas demográficos que pueden afectar la productividad de una nación. Es lo que experimentan México y China: el envejecimiento poblacional.
Veamos el caso de México. En los últimos años se ha registrado un descenso en la tasa de natalidad. En promedio las familias tienen entre uno y dos hijos. Por otro lado, la esperanza de vida ha pasado de 61 años en 1970, a casi 75 años en el 2014. En 44 años los mexicanos han aumentado en 14 años su esperanza de vida. En contraste, la tasa de natalidad ha disminuido. Mientras que en 1970 las familias mexicanas tenían seis hijos en promedio, para 2008 sólo tenían dos. Los mexicanos viven más y tienen menos hijos. El resultado colateral, según las proyecciones demográficas, es que habrá menos jóvenes que contribuyan al cuidado de los ancianos.
Ahora veamos a China. Como es sabido desde 1979 inició la política de un solo hijo, con el fin de garantizar el control de la natalidad y evitar que la sobrepoblación arriesgara su desarrollo. Se estima que gracias a esta política se evitó el nacimiento de 400 millones de personas (poco más de tres veces la población de México).
La tasa de natalidad china ya había registrado una disminución previa. En 1970 los chinos tenían en promedio 5.8 hijos y en 1979 eran 2.8. Durante 30 años las familias chinas, salvo los integrantes de las etnias, tuvieron un solo hijo hasta 2015, cuando se anunció el fin de esta política con el propósito de animarles a tener un segundo vástago.
¿Por qué se aplica esta medida ahora? La población envejece y se genera una mayor presión en los más jóvenes para solventar los gastos de los adultos mayores. La esperanza de vida en China ha aumentado. En promedio los chinos viven 75.3 años, mientras que en 1970 vivían 62.91. Un chino que nace hoy puede vivir 12 años más que uno nacido hace 44 años.
Si no se incrementan las tasas de natalidad, México y China serán países envejecidos y habrá mayores presiones para mantener su crecimiento económico. Ante este escenario surge la pregunta ¿cómo hacer frente al cuidado de las personas de la tercera edad?
Algunos piensan que son las familias quienes deben hacerse cargo de sus miembros más longevos. Otros consideran que son los mismos ancianos quienes deben procurar su propio cuidado. Un tercer grupo opina que el gobierno debe hacerse cargo. La mejor forma de garantizar una vida plena y digna para los adultos mayores es una mezcla de las tres opciones.
En primera instancia son las familias las que deberían cuidar de sus abuelos. Desafortunadamente no en todos los casos es así, hay algunos que viven en el abandono.
Ante esta circunstancia, se ha planteado que las personas de la tercera edad tengan una "vejez activa". Bajo esta lógica se les incentiva a que sigan hábitos saludables, se les dé empleos acordes a su edad, se involucren y relacionen con otras personas de su comunidad para cuidarse entre sí. No se trata de internarlos en asilos, sino de propiciar sus entornos les ofrezcan servicios según sus necesidades. En este terreno China tiene una de las mejores dotaciones urbanas. En cada vecindario se instalan áreas recreativas como gimnasios al aire libre y parques. Estos puntos son los principales lugares de encuentro para la convivencia de los ancianos.
La salud, además de ser el estado deseable en las personas, es un factor positivo que quita presión a las finanzas públicas. Una persona mayor que goza de buena salud, disminuye el costo de su cuidado de aquél que desafortunadamente vive entre doctores y hospitales. En ocasiones los cuadros depresivos que se dan en la etapa senil aceleran el desarrollo de otras enfermedades.
El tercer y último elemento es la responsabilidad del gobierno. A través de políticas públicas como las pensiones y el acceso a servicios de salud y sociales se busca contribuir a su calidad de vida.
México cuenta con una Ley de Pensión Universal para que todos los mayores de 65 años reciban una ayuda económica mensual. Ello, además de descuentos en servicios básicos y acceso gratuito al transporte público son algunas medidas que el Estado asume en su responsabilidad con los mayores.
China camina por el mismo sendero. Recientemente se anunció la ampliación de la pensión de la vejez a toda la población. También se informó que se aplicará un sistema de seguro para enfermedades graves, con el fin de beneficiar a los ancianos, particularmente los que viven en las zonas más pobres.
Todos estos servicios cuestan y es la población más joven la que contribuye a pagarlos, por ello la preocupación por equilibrar la proporción entre la población de niños y adultos.
El reto común para México y China es generar una mayor conciencia en sus sociedades para solidarizarse con el cuidado de los ancianos. Recordemos que ellos contribuyeron en su momento con el desarrollo de sus respectivos países. Lo mínimo es que vivan un retiro decoroso. Debemos pensar que nosotros, si vivimos lo suficiente, también llegaremos a viejos. Apuesto que a nadie le gustaría vivir el último tramo de su existencia en el abandono.