El primer viaje a China
Mientras esperaba para conocer los resultados de la beca, en 2008 participó en la séptima edición del Concurso Mundial Puente Chino, una actividad organizada por Hanban y el Instituto Confucio. El ganador tenía el derecho de representar a México en China, en la competencia internacional.
El concurso consistía en dar un discurso en chino con el tema del año, el cual era "Olimpiada Emocionante y Chino Alegre". Además de tener alguna habilidad artística y responder preguntas sobre la cultura china.
Edmundo memorizó su discurso con una pronunciación impecable. En su habilidad artística tocó con la flauta una canción china y respondió correctamente a todas las preguntas.
Después de tres rondas de competencia, el representante de la UNAM, Edmundo Borja, en aquel entonces de 22 años, ganó el primer lugar. El título lo convertía en el mejor estudiante de mandarín en México de ese año. Así viajó a China para la competencia internacional y ahí mismo se enteró que había obtenido la beca.
Choque cultural
Al llegar descubrió que su nivel de chino era muy básico. Sólo podía pedir algunas cosas y decir gracias.
En el aeropuerto no entendía lo que le decían porque le hablaban muy rápido, mientras que él estaba acostumbrado a un ritmo lento y claro.
Él no lo sabía, pero antes de su llegada ya era famoso. Se generaron expectativas con el concursante mexicano porque había circulado un video en el que mostraban el discurso que había pronunciado en México. Una televisora le dedicó un reportaje. Lo entrevistaron pero él no entendía varias preguntas.
Su virtud era su memoria y la capacidad para emitir la fonética del mandarín, por ello daba la impresión de que tenía un nivel mucho más avanzado en aquel momento, pero aún estaba a miles de caracteres de distancia para poder entablar una conversación fluida.
"Eso pasa en China, dices hola en chino y te hablan como su supieras mil palabras", señala.
Este fue su primer choque cultural: el bombardero de palabras en chino que no podía entender. Decidió no angustiarse. Pensó: "es un concurso, vengo de paseo, así que no voy a estresarme".
Así lo hizo, tomó su estadía como una forma de seguir aprendiendo y al final del concurso, que duró un mes, logró hablar mandarín sin pensar tanto en español. Además, ya vendría después a China a estudiar el idioma en una inmersión de un año.
De alumno a profesor
Edmundo se dio de baja temporal en la UNAM. Hizo sus maletas y se trasladó a la Universidad Normal de Shenyang, una provincia industrial al norte de China.
Su beca le garantizaba hospedaje, alimentación y un estipendio mensual. La universidad estaba afuera del centro de la Ciudad. No había metro en ese año (ahora ya existen dos líneas). No eran más de 100 extranjeros quienes estudiaban ahí, de los cuales, tres eran mexicanos.
"Las clases eran divertidas porque todos los estudiantes entendían a la maestra, pero en la calle la gente hablaba con otro dialecto. Yo me divertía mucho", recuerda.
Tras su año de estudio en Shenyang regresó a México, en 2009, para terminar su carrera. En el CELE de la UNAM le pidieron que fuera maestro de ceremonias del concurso que él había ganado antes.
Como su nivel de chino ya era más que sobresaliente, le ofrecieron que se convirtiera en profesor. Para 2010 comenzó a impartir cátedra en el CELE y el Instituto Confucio de la UNAM.
Tras graduarse de su carrera se dedicó de tiempo completo a ser profesor de chino. Trabajaba de lunes a domingo.
Un método chino al estilo mexicano
Edmundo es una celebridad entre los estudiantes mexicanos que han pasado por el Confucio. En China se ha encontrado a varios de ellos.
"Nunca imaginaba que algunos de mis alumnos estudiarían ahora en China. Y siempre me hablan como profe, nunca por mi nombre".
Una de sus alumnas le reconoció que sus enseñanzas en México le sirvieron para estar en el país asiático.
"Era como estar con usted pero en China", le dijeron.
Estos comentarios le alegran. Reconoce que su método de enseñanza es una mezcla de chino-español mexicano.
"En clase soy muy serio y exijo bastante a los alumnos. Desde un principio les digo que el chino no es sencillo. No es una lengua romance. Si quieren estudiarlo tienen que hacer un esfuerzo y conmigo así será. Porque no van avanzar fácilmente. Lo digo de forma tranquila y amable".
Lo hace de esta forma porque sabe que los mexicanos "somos muy sentidos y sensibles".
"Si lo digo como un regaño se molestan, pero en China es así. Ellos te dicen eres malo aquí y como eres malo no te voy a ayudar. Si yo les digo eso, todos los mexicanos me acusarían de ser un mal profesor. Entonces yo digo lo mismo pero al estilo mexicano".
Eres malo pero échale ganas, sería la versión local.
Él trata de que su exigencia suene bonita. Cuando ve que sus alumnos no se comprometen, les pide que mejor reorganicen su tiempo de otra forma y que pospongan el estudio del chino.
"En mi clase mi método es muy sencillo. Primero la pronunciación y repetición. Después las palabras nuevas, escribirlas con ejemplos que vienen en el texto o que se usan de forma cotidiana en China. Que sea un chino práctico y no teórico. Ese es mi método".
Habla de sus retos como docente. "El chino no es mi idioma nativo. Entonces siempre aprendo algo en clase. Hay alumnos que quieren saber un poco más y cuestionan el uso de las palabras. Esas preguntas hacen pensar al profesor para investigar más. Eso para mí es una motivación para seguir estudiando".