Similitudes y diferencias culturales
A Edmundo constantemente lo confunden con chino. Es muy delgado, un cuerpo atípico para las tallas gruesas de los mexicanos. Tiene ojos pequeños, piel morena y, por supuesto, habla muy bien mandarín.
"Que yo sepa no tengo ninguna ascendencia asiática o china, pero viajando por Malasia, Singapur o Camboya piensan que soy de su país. Es decir, no sólo me confunden con chino, me confunden con asiático en general. Como no soy blanco, entonces me parezco a la gente del sureste asiático. Si fuera más blanco me parecería a la gente del norte de China, de Japón o Corea del Sur".
Él se sorprendió cuando vino a China por primera vez porque veía a gente en el metro que se parecía a su familia, a sus tíos y tías.
"Quizá no tenemos los ojos rasgados pero somos muy parecidos".
Estudios científicos recientes han descubierto que poblaciones de las Amazonas están emparentadas genéticamente con gente del sureste asiático, lo que da fuerza a la teoría de que los primeros pobladores del Continente Americano podrían descender de Asia y no de Siberia, como se ha sostenido.
Mientras ello se comprueba, Edmundo nos cuenta que en un principio le daba risa que lo confundieran con chino y decía "sí soy chino" y les seguía la broma. Después de un tiempo se molestaba. Ahora lo ve de otra manera.
"Somos más amigos o me dan la cosas más baratas. Ya no me molesto".
Como parte de su inmersión al idioma y su estancia en China, Edmundo ha aprendido a vivir en un ambiente permeado por el confucianismo.
En el confucianismo las figuras de autoridad y jerárquicas, padres y profesores, ejercen una influencia determinante en los jóvenes, debido a los valores de la piedad filial. Este es un conocimiento básico para todos aquellos que estudian y se introducen en la cultura china.
En Occidente, Confucio es identificado como un filósofo que nació en la provincia de Shandong y vivió del 551 al 479 A.C. Pero en los ojos de los pueblos orientales su figura va más allá de ser sólo un filósofo. Confucio es un pensador, maestro, guía espiritual, cuyas enseñanzas morales siguen vigentes en países como Corea del Sur, Japón, Vietnam y por supuesto China.
Su encuentro con el idioma
Paradójicamente, contrario a las enseñanzas de Confucio, Edmundo no siguió los consejos de su padre, quien le decía que estudiara chino porque la economía del país asiático venía fuerte. Era 2006. Él cursaba la licenciatura en Administración en la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM y no creía que China estaría mejor, pero los datos de entonces mostraban que el país era la cuarta economía del mundo, su PIB había crecido un 10.7%, el más alto en una década y todo apuntaba que se convertiría en la segunda economía del globo, como ya ocurrió. El padre de Edmundo tenía razón.
Un profesor de economía de la Facultad también les insistía que estudiaran alguno de los idiomas de los países del BRICS, primordialmente portugués o chino, pero pocos hacían caso, tal como lo marca la tradición mexicana no confuciana, en la que padres y profesores aconsejan mucho pero los jóvenes atienden poco.
Desde la preparatoria, el joven Borja ya había estudiado un poco de francés por su cuenta viendo videos en Youtube, por ello decidió seguir estudiándolo en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE) para cumplir con el idioma de requisito que le exigían en su carrera.
Era un estudiante dedicado y talentoso. Gracias a su alto promedio le otorgaron la oportunidad de estudiar un idioma extra.
Tiene una habilidad innata para las lenguas. También tomó cursos de árabe y se adentró al tailandés por simple curiosidad, pero no lo siguió "porque es muy difícil", confiesa. Puede leer ruso, aunque no comprende el significado.
Algunos de sus compañeros preferían estudiar japonés, porque la cultura nipona es más popular entre los jóvenes por los mangas y las películas anime. Pero a él no le atraía este idioma.
Su mente inquieta, necesitada de estímulos le llevó a decantarse por el mandarín. Le dijeron que el idioma era difícil y fue justamente eso lo que le motivó a estudiarlo y no el factor económico como le decía su padre.
Su habilidad fonética sorprendió a su profesora Xu, quien llevaba varios años en México enseñando el primer nivel en el CELE de la UNAM.
Tras un año y medio de estudio, su segunda maestra china, Meng Aiqun, le animó para que buscara una beca del gobierno chino con el fin de estudiar mandarín en la tierra de los nativos.