Día 3: Hiela sangre, la mirada del Guerrero dormido
Muy temprano, nos dirigimos a tomar el bus con destino al Mausoleo de Qin Shi Huang, el sitio donde se hallaron en 1974 los Guerreros de Terracota, considerados como la Octava Maravilla del mundo y contemplados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Más de 8000 figuras de guerreros y caballos de terracota en tamaño idéntico al humano. Se han escrito muchos relatos de ficción inspiradas en estos guardianes y hay en demasía obras fílmicas que utilizan el mausoleo como locación, pero les aseguro que estar cara a cara con el ejército dormido es algo que escapa a la comprensión y a la razón. Los hombres observan en silencio cada uno de los movimientos, en una danza sin baile pero con un ritmo intenso y agitado. Ahí están ellos, eternamente resguardando y ocupando su puesto de batalla en defensa del emperador Qin Shi Huang, de la Dinastía Qin. Las figuras fueron descubiertas casualmente por unos campesinos en 1974 y desde entonces se han convertido en una de las mayores atracciones turísticas de China.
Según las investigaciones más recientes, se considera que cada una de las estatuas representaría a una persona en particular, a un guerrero. Según uno de los estudios efectuados, no hay dos pares de orejas con las mismas características y no hay dos guerreros iguales. Incluso hay quienes afirman que los defensores elaborados con arcilla que no presentan vello facial son en realidad representaciones de adolescentes que habrían formado parte de los ejércitos.
Durante el Festival de Primavera, uno de los destinos más visitados por turistas extranjeros y chinos es Xi'an, por eso es que el sitio donde se ubican las figuras de terracota —la más popular atracción de la ciudad a nivel global— se encontraba repleto de visitantes. A pesar de eso, el silencio es perturbador y un leve temblequeo surca cada uno de los átomos del organismo al observar cara a cara a los hombres, estáticos pero no insípidos, inquebrantables en su labor de defensa pese al paso de los años y los millones de turistas. La mirada del guerrero es un examen, uno que puede aprobarse o no, un atisbo imperial que hiela sangre.
Dejando atrás el mausoleo, regresamos a la zona urbana de Xi'an y recorrimos sus calles.
En el corazón mismo de la ciudad, se encuentra emplazada la Bell Tower (西安钟楼 en chino), construida en 1384 durante la Dinastía Ming, siendo un símbolo para la ciudad y uno de las construcciones más trascendentales en su tipo en el país asiático. Muy cerca, en la aurícula derecha de ese corazón, se irgue la Torre de los Tambores (西安鼓楼), edificada en la misma época que la Bell Tower, en el 1380. Por la noche, el panorama que ofrecen estas construcciones es impactante, la vista se hace gorda y el aroma confuso de cientos de comidas que provienen de la Calle Musulmán (回民街) incita a cualquiera a abandonar su dieta por un rato.
Luces como luciérnagas, otra noche de fiesta en el sitio por excelencia para quienes deseen experimentar las especialidades culinarias de la mixtura de culturas. Un bullicio ensordecedor, producto de un número incalculable de turistas recorriendo la milenaria capital, hace a una tranquila caminata nocturna mudar en una contienda incesante por ocupar espacios y "ganarse el pan". Esta calle es un crisol de culturas y sazones. La Calle Musulmán es realmente una tentación para los sentidos del olfato y gusto.
Experimenté un tipo de hamburguesa o panecillo de carne llamado 肉夹馍 en chino, elaborado con carne de cabra hervida que me pareció intenso y sabroso. Luego divisé, a lo lejos, a un artista de la cocina india que me dejó fascinado con su forma de tratar la masa.
Increíblemente, en un espectáculo acrobático circense de esos que sólo requieren las manos de un maestro, un joven trabajaba la harina para elaborar Rumali roti, 印度抛饼 en chino, una receta india muy sabrosa, una panificación dulce optimizada con plátanos o frutillas. La elaboración requiere de una experticia que supera con creces lo que antes había visto en algún chef italiano elaborando masa de pizza. El muchacho lanzaba al aire, con gracia angelical, el compuesto de harina y agua que tomaba forma circular mientras giraba por los aires, simulando ser un helicóptero maniobrado a control remoto por un niño que se divierte con su juguete nuevo. La gracia de sus movimientos es comparable, quizás, a la que sostienen que poseía el vanguardista Niccolò Paganini ejecutando su violín.
Tras recorrer los diferentes puestos junto a mi compañera de ruta, regresamos al hotel para reconstruir el alma… y el cuerpo cansado.
Día 4 Protección imperial
Despertamos, desayunamos y nos dispusimos a tratar de aprovechar al máximo el poco tiempo que nos quedaba en la capital de la provincia de Shaanxi.
La Gran Mezquita fue el primer destino del día, se trata de una de las más grandes en toda China. Fue erigida en el 742 durante la dinastía Tang para corresponder a los cada vez más numerosos fieles musulmanes presentes en la urbe.
Avanzamos a través de portones interconectados y el Pabellón de la Grulla, hasta llegar al Salón Principal. En este último se pueden apreciar fragmentos del Corán en árabe impresos sobre ébano.
Durante la estadía en estas tierras, la sensación de protección estuvo siempre presente y es que la imponente Muralla de Xi'an eternamente resguarda a los pobladores de la antigua capital imperial. La muralla de Xian es la obra arquitectónica mejor conservada de los antiguos tiempos de China. En la dinastía Ming, Zhu Yuanzhang se hizo cargo de Huizhou y el eremita Zhu Shen le aconsejo al afanoso general "construir altos muros, almacenar abundantes provisiones y tomarse su tiempo para proclamarse emperador". Zhu dio el visto bueno a la iniciativa y ordenó a los gobiernos locales del país edificar los muros en el contorno de las ciudades para lograr extender luego su poderío a toda la nación. Bajo la dirección del comandante en jefe Pu Ying, emergió la base original de la capital de la dinastía Tang.
Caminamos por la muralla durante un par de horas, vislumbramos Xi'an desde lo alto, de igual manera que los antiguos. La vista es imponente, el río Hu Cheng He (护城河) con el sol reflejándose en sus aguas es digno de más de un poema.
Regresamos en Tren de Alta Velocidad y, tras apenas 5 horas —en lugar de las 11 del viaje de ida—, estábamos nuevamente en Beijing.
La capital china ya no era una ciudad desierta, sino que comenzaba a resucitar y a recibir a sus millones de habitantes con los brazos abiertos.