Tony Abbott, Primer Ministro de Australia
2014-11-13 15:34:52 CRI
A pesar de la lenta recuperación de la crisis financiera global, el mundo se encuentra en mejores condiciones de lo que con frecuencia creemos.

Al inicio de 2014, es más fácil ser optimista. En Estados Unidos, el crecimiento económico está en vías de incrementarse a casi 3%, con un millón de empleos generados el año pasado. El crecimiento en China se está moderando, pero es probable que permanezca por arriba de 7% e incluso en la zona del euro finalmente se registra crecimiento de nuevo.

Por supuesto que la recuperación sigue siendo frágil y la disminución en Estados Unidos necesitará un hábil manejo.

No obstante, vale la pena recordar que el ingreso per cápita global se ha incrementado más de 60% tan solo durante la década pasada y que se contempla que la clase media global crezca de mil 800 millones de personas hoy en día a alrededor de tres mil 200 millones en un lapso de diez años. En muchos de los países más poblados del mundo, tales como China, India e Indonesia, muchos cientos de millones de personas han logrado salir de la pobreza y desplazarse hacia la clase media.

Mucho de lo anterior ha sido el resultado de la manera en la cual pensamos: es la convicción de que un comercio más libre y gobiernos más pequeños fortalecerán la prosperidad; el instinto de que ciudadanos empoderados pueden hacer más por ellos mismos de lo que el gobierno jamás podrá hacer por ellos.

La lección de la historia reciente es que el progreso genuino siempre se edifica sobre fundamentos claros. No es posible gastar lo que no se tiene; ningún país jamás ha alcanzado la prosperidad mediante impuestos o subsidios; no se hace frente a las deudas y a los déficits con aún más deudas y déficit; y ganancias no es una expresión execrable ya que el éxito en los negocios es algo de lo cual es posible enorgullecerse.

Después de todo, no es posible contar con comunidades fuertes sin economías fuertes que las sostengan y no es posible contar con economías fuertes sin empresas privadas rentables. El reto, en todo lugar, es promover crecimiento y generación de empleos sostenibles y liderados por el sector privado.

Este año, como presidente del G20, Australia se encuentra en una situación singular para ayudar a promover el crecimiento global. El crecimiento económico es el resultado de condiciones globales así como de políticas internas de los países.

El G20 existe para hacer frente a temas y cuestiones que se encuentran más allá de la capacidad de los Estados nación de enfrentar dichos temas y cuestiones de manera individual y por su cuenta. Nuestra agenda estará enfocada en aquellos temas y cuestiones en los cuales la acción internacional coordinada puede añadir valía: el comercio, la infraestructura, los impuestos y la banca.

Como siempre, el comercio es lo primero, porque cada vez que una persona comercia con otra, se incrementa la riqueza.

Como mínimo, el G20 debería renovar su determinación en contra del proteccionismo y a favor de mercados más libres. Cada país debería comprometerse a abrir el comercio mediante acciones bilaterales, plurilaterales y multilaterales, así como impulsar reformas internas para ayudar a las empresas a participar más plenamente en el comercio global.

Con el paso del tiempo, el comercio beneficia a todos porque los países terminan enfocándose en aquello que hacen mejor. Una economía más global con inversión transfronteriza más fuerte a la postre ayuda a todos porque genera más riqueza y a la larga crea más empleos.

Un efecto secundario de la globalización es una mayor capacidad de obtener provecho de regímenes fiscales diferentes.

El G20 abordará la cuestión de empresas que generan ganancias con el fin de ir tras oportunidades fiscales en vez de tras oportunidades de mercado. El principio esencial es que normalmente se deberían pagar impuestos en el país en el cual se han ganado los ingresos. Si los líderes de países que generan 85% del PIB global simplemente llegan a un acuerdo en materia de los principios que son necesarios para que la tributación sea justa en un mundo globalizado sería un gran paso adelante.

Espero poder sostener un diálogo franco y sincero con sólo líderes del G20 acerca de los temas y cuestiones de mayor envergadura que enfrentamos, incluyendo la digitalización y sus implicaciones para los impuestos, el comercio y la integración global.

Casi todos los países tienen un déficit en materia de infraestructura y están teniendo problemas para financiar la infraestructura que necesitan. La OCDE calcula que en todo el mundo se necesitan más de 50 billones de dólares de inversión en infraestructura para 2030.

Debería ser más fácil poder hacer despegar proyectos de infraestructura, y podemos hacerlo mediante la atracción de más capital privado en ellos mediante políticas más sensatas de fijación de precios y mejores prácticas regulativas.

Mi esperanza es congregar a los responsables de formular políticas, a financieros y a constructores para identificar maneras prácticas de incrementar el financiamiento a largo plazo para la infraestructura.

El G20 asumió su forma actual en respuesta a la crisis desencadenada por malas prácticas bancarias.

Edificar la resiliencia del sector financiero se ubica en el centro mismo de la labor del G20: ayudar a prevenir y manejar el fracaso de instituciones financieras importantes globalmente; hacer más seguros los mercados de derivados; y mejorar la supervisión del sector bancario sombra.

La regulación del sector financiero es una labor siempre en curso; el reto de las autoridades es mantenerse al día en materia de avances y acontecimientos, sin rezagarse tal y como lo hicieron previo a la crisis.

En lo que a Australia concierne, la labor del G20 es hacerle la vida más fácil a las personas a quienes los gobiernos tienen la obligación de servir. A fin de cuentas, el G20 no se trata acerca de nosotros quienes formamos parte del gobierno; se trata del pueblo, nuestros amos.

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