No tenía ni dos meses trabajando en CRI cuando pude entender la gran diferencia entre chinos y mexicanos en la manera de concebir a la muerte. Eran los primeros días de noviembre de 2009, y acababa de pasar el Día de Muertos en México, mi fiesta tradicional favorita. Tenía en mi poder algunas artesanías para regalar a los colegas chinos, entre las que figuraban algunas miniaturas de esqueletos en escenas chuscas, típicas de la festividad mexicana.
Miniatura de mariachi "calaverizado" / Foto: Juan Carlos Zamora
Con una gran sonrisa entregué las miniaturas a los compañeros, y esperaba curiosidad y preguntas de su parte. Pero lo que hallé fueron miradas de desconcierto, miedo y grandes signos de interrogación en sus rostros. Ahora, a tres años de distancia, puedo entender por qué.
En México son comunes escenas como ésta en el Día de Muertos / Foto: Juan Carlos Zamora
Para los chinos la muerte no es algo agradable. Por eso, según la costumbre, no se debe regalar un reloj a un chino, pues significaría que le estamos deseando la muerte. Por la misma razón, el número "cuatro" es de mala suerte, pues la forma en cómo se pronuncia (四, sì) es similar a la palabra "muerte" (死, sǐ), así que la gente evita cosas como elegir un número de móvil que inicie, termine o tenga muchos números cuatro.
Recuerdo ahora mismo un buen ejemplo del recelo de los chinos hacia la muerte: en varias ocasiones, al volver de madrugada del centro de Beijing al oeste de la ciudad, donde está mi casa, me he topado con taxistas que no quieren venir a la zona. Hoy sé que es debido a que muy cerca de donde vivo se encuentra un gran cementerio, y algunos choferes no quieren acercarse de noche a la zona por miedo a los fantasmas.
Ahora que reconstruyo en mi mente lo ocurrido en 2009, imagino que quizá mis compañeros pensaban que les deseaba la muerte o que intentaba hacerles pasar un mal rato. Pero no era esa mi intención, sólo quería compartir mi alegría por una festividad que representa mucho para mí y para millones de mexicanos.
Ofrenda en la embajada de México en Beijing, dedicada al Arq. Ricardo Legorreta / Foto: Juan Carlos Zamora
Porque en México la muerte se sufre, es verdad. La gente llora en los velorios y sepelios. Perder a alguien querido siempre será doloroso. Pero la muerte también se goza, y es un pretexto para externar nuestra alegría por la vida y nuestra esperanza de un mejor más allá.
El colorido, los olores y el ambiente que se viven en México durante el Día de Muertos son únicos. La gente acude en masa a los panteones, limpia las tumbas, coloca flores frescas, lleva comida para compartir con la familia y, en ocasiones, contrata mariachis o tríos de música norteña para cantar las melodías preferidas de "sus muertitos". También se acostumbra escribir versos jocosos sobre la muerte (las llamadas "calaveras") y colocar el nombre de los familiares en cráneos hechos de azúcar o chocolate.
El colorido se apodera de la festividad mexicana / Foto: Juan Carlos Zamora
Las ofrendas se ven y se huelen por todas partes. Las flores de cempasúchil anaranjadas, el papel picado de múltiples tonalidades, las calaveras de azúcar, el aroma del incienso y las veladoras, el esponjoso y azucarado pan de muerto, la sal, el agua y la comida preferida de aquellos que ya se adelantaron en el camino son elementos infaltables en los altares que se colocan en las casas, cementerios, museos, escuelas, tiendas, restaurantes y en cualquier rincón donde la tradición está vigente.
No hay nada igual en todo el mundo. Por eso el Día de Muertos mexicano es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Cráneo de azúcar / Foto: Juan Carlos Zamora
En China la muerte se aprecia de otra forma. Quizá más solemne y respetuosa. Pero no por eso menos bella. Durante el Qingming o el día del barrido de tumbas, muchos chinos acuden a los cementerios para limpiar, repintar y colocar flores frescas o de plástico en los nichos de sus ancestros, y para quemar papel moneda falso con el fin de que a los antepasados no les falten recursos en el más allá. No hay música, no hay bullicio, pero sí una muestra conmovedora de cómo en este país, al igual que en México, los seres queridos que ya no están no son olvidados. Por el contrario, cada año tienen una cita con nosotros y con las costumbres de nuestros pueblos.
Cementerio chino en el día del Qingming / Foto: Juan Carlos Zamora
Y para cumplir con la tradición de mi país en la nación que me ha acogido durante tres años, quiero dedicar una "calavera" a CRI y a mis compañeros chinos, pero no con el afán de desearles la muerte ni nada de eso, sino para expresarles que forman parte importante de una etapa inolvidable de mi vida.
La muerte de Juan
I
"¿Dónde podrá estar Juan?",
preguntó Yu Tong preocupado.
"Lo vi caminando errado",
respondió presta Luo Huan.
Wan Dai:
"Es probable que esté enfermo
debemos ir a buscarlo
y comprar algún remedio
para tratar de curarlo".
Liu Na buscó en el estudio,
Song Chen registró su casa,
pero Juan no aparecía
ni siquiera en Wanda Plaza.
De pronto Xiaoling gritó:
"¡está en elevador!,
tirado y sin movimiento
¿será que Juan falleció?".
"Pobre Juan, ya no respira",
dijo Li Yi con tristeza,
"su piel ya se siente fría
está muerto, con certeza".
II
Tristes, caminando van
los chinos de la emisora
a enterrar al pobre Juan
al panteón de Babaoshan.
Más el chico mexicano
feliz está con su suerte,
pues juega ahora Mahjong
con su gran amiga: la Muerte.