Diseño: Yao Sixuan
Beijing tiene su encanto. Es moderna, bien trazada y cuenta con espacios que dejan con la boca abierta a cualquier visitante. Pero después de vivir tres años en esta ciudad la monotonía llega, y comienzas a notar que el panorama a veces no es tan lindo, pues hay edificios altísimos por doquier, mucha contaminación y ruido, y es preciso encontrar un refugio para cargar las baterías.
El problema es que, al ser China un país tan grande, se necesita dinero y tiempo para recorrer las largas distancias que separan a las urbes de las zonas más apacibles. Hacer una escapada de fin de semana realmente se torna complicado. O por lo menos eso pensaba yo hasta hace unos días, cuando encontré el sitio ideal para despejar la mente, y tan sólo a dos horas de la enorme capital.
Panorámica de Cuandixia / Foto: Gabriela Becerra
El sitio al que me refiero es el pueblo de Cuandixia, una aldea pequeñita al pie de las montañas con un sabor provinciano encantador. Según los entendidos, el lugar surgió durante la dinastía Ming (1368–1644), y hasta hoy conserva muchas de sus características originales.
El pueblo de Cuandixia se levanta entre las montañas / Foto: Juan Carlos Zamora
Hornilla para calentar agua / Foto: Juan Carlos Zamora
El pueblo consta de pequeñas viviendas de ladrillo o adobe, con techos a dos aguas cubiertos de tejas, que rodean a un patio cuadrado. De esa forma los habitantes tienen una nutrida convivencia al coincidir siempre en el área común.
Techos tradicionales de teja / Foto: Juan Carlos Zamora
Lo mejor de esta aldea es que ha logrado conservar no sólo sus construcciones, sino también su forma de vida. Y lo resalto porque he visitado muchos lugares de China donde los sitios ancestrales han sido reconstruidos y tienen un aire artificial porque la gente ya no vive ahí, sólo monta un show para los turistas y es todo. En Cuandixia no ocurre esto, y se puede disfrutar aún de una atmósfera pueblerina, en especial porque casi todas las casas tienen habitaciones disponibles para quien desee pasar la noche ahí.
Callejuelas del poblado / Foto: Juan Carlos Zamora
Sus calles nos transportan al pasado / Foto: Juan Carlos Zamora
En mi caso, me hospedé en el patio llamado Caizhuyuan, cuyos propietarios son dos ancianos muy amables. Por cien yuanes pude dormir en un pequeño cuarto, con una cama muy particular hecha de ladrillo y con un agujero en la parte de abajo, donde en invierno se prende fuego para mantener caliente la habitación. Encima, la cama tenía cobertores y almohadas, por lo que puedo decir que era realmente cómoda y tibia. La habitación estaba llena de cosas de los dueños, como un cofre de madera que se veía muy viejo o cajas llenas de objetos que sólo sirven para el recuerdo. En resumen: me sentí como un invitado en una casa china, y no como un visitante de paso.
Entrada a uno de los patios / Foto: Juan Carlos Zamora
Para quien guste de la fotografía, Cuandixia es un paraíso, pues las fachadas desgastadas y las calles empedradas generan texturas increíbles. Pero también es un sitio ideal para caminar, subir a las montañas, contemplar el paisaje y respirar aire puro. No por nada ha sido escenario de múltiples películas y programas de televisión, y es el refugio de cientos de beijineses que buscan un remanso de paz en el que puedan olvidarse un rato del caos de la gran capital.
Detalle de una ventana / Foto: Juan Carlos Zamora
Eso sí, hay algunos detalles que a veces rompen con el encanto del pequeño pueblo, como las guías de turistas que utilizan ruidosos altavoces para explicar a grupos de no más de diez personas la historia del lugar (algo completamente innecesario porque el silencio es tal que se escuchan hasta los susurros), o bien, algunos jóvenes extremadamente citadinos que gritan como locos, encienden los estéreos de sus autos a un volumen estruendoso o tiran la basura en plena calle, sin entender que esas "pequeñeces" pueden romper la magia y la paz de un sitio como Cuandixia.
La luz enciende las texturas del pueblo / Foto: Juan Carlos Zamora
En resumen, si quien lee este texto vive en China, no puede perderse la oportunidad de conocer este pueblito lleno de historia y paisajes de ensueño, especialmente en un día soleado. Será un buen pretexto para desconectarse del agitado ritmo de Beijing.
Y si están en otra parte del mundo, les comparto algunas de las fotografías tomadas en Cuandixia. Su imaginación hará el resto.
La lluvia embellece el antiguo poblado / Foto: Juan Carlos Zamora