En los primeros minutos del segundo tiempo se comete una falta en contra de Beijing Gouan, afuera del área contraria. El árbitro marca un tiro libre directo. Todos están levantados de sus asientos. El jugador toma el balón, se prepara y dispara. El portero de Tianjin rechaza el esférico, pero no lo suficiente para alejar el peligro. El brasileño Reinaldo, oportuno, se aproxima y remata de cabeza. Nada puede hacer el arquero. El balón termina en la redes de la portería. El grito de gol colma los cimientos del Estadio de los Trabajadores. Por fin, mexicanos y brasileños, alemanes e ingleses; extranjeros y locales, todos celebramos.
La fiesta de goles ha iniciado. Cuatro minutos después, Xu Liang anota el segundo con un disparo hacia el costado izquierdo de la ya para entonces maltrecha portería de Tianjin.
La fiesta de los fanáticos para celebrar la victoria
Tengo mi garganta seca por estar narrando las acciones de la cancha, pero no veo a ningún vendedor que ofrezca bebidas. Ni lo veré durante todo el partido. No es como en Latinoamérica, donde los vendedores pasan entre los asientos. Aquí uno tiene que ir por las bebidas y sólo se vende refresco de cola. Nada de cerveza.
Dejo de pensar en mi garganta y sigo atento a las acciones del juego. El júbilo llena el estadio y la Ola, el famoso festejo que se nació en el Mundial de México 1986, comienza a circular en las gradas. Me siento como en casa.
De repente un silencio sepulcral. El delantero Xinxin calla las gargantas de los seguidores de Beijing porque acaba de anotar un gol a favor de Tianjin. Pero no veo a nadie de esta ciudad festejando. Esta noche sólo hay colores verdes.
El silencio no dura mucho tiempo. El entrenador de Gouan prepara un cambio. Entra a la cancha Zhang Xizhe. A los 16 minutos está por cobrar un tiro libre directo. Veo como los ojos de los hinchas que me rodean, se petrifican en los botines de Xizhe. El árbitro pita. ¡Qué golazo acaba de hacer este hombre! Deja el balón justó en el ángulo derecho de la portería. Miro a mi colega brasileño, quien coincide con mi apreciación. El talento chino se hace presente. El equipo de Tianjin está acabado.
El 70 por ciento de las gradas está ocupada al acoger el "clásico" entre Beijing y Tianjin. En la esquina derecha el equipo de seguridad
El árbitro silba el final. Los gritos jubilosos del público agradecen el cómodo 3-1 de Beijing sobre Tianjin. Veo una escena que nunca había visto en otros partidos de Latinoamérica, todos los jugadores van al centro de la cancha y se se dan la mano. Es una muestra de Fair Play o deportivismo. La convivencia me agrada: sin perder la rivalidad, nunca debemos perder la amistad.
Pero creo que esto es sólo sello de China. No imagino una escena así en Latinoamérica y menos entre equipos con una alta rivalidad. Los equipos se dan la mano al inicio, pero nunca a final de los partidos, cuando los ánimos están candentes. La honra de los perdedores no lo permite.
Esa noche fue redonda para Beijing, no sólo ganó en futbol, también el equipo de Baloncesto se coronó campeón por primera vez en la historia.
Mi experiencia en el futbol chino fue interesante. No sé si repetiré, sin embargo, me gustaría ver el clásico juego de Beijing contra Shanghai para gritar ¡Gouan, Gouan, Beijing, Gouan!