El árbitro marca una falta en contra de Beijing. Al unísono, las voces de los hinchas comienzan a gritar una grosería contra el silbante. Por respeto al lector, no puedo citar la traducción literal, pero sí puedo decir que la ofensa se pronuncia igual que Xavi, el nombre del jugador del Barcelona, que por cierto, en China los partidos de Beijing contra Shanghai equivalen al clásico Barsa contra Real Madrid. No sólo es una rivalidad, se juega el orgullo regional.
Veo que entre las gradas se ubica personal del estadio vestido de amarillo. Llevan unos letreros que levantan cuando se escuchan palabras altisonantes. Lo hacen porque en la leyenda de los cartones se pide al público guardar la compostura. Es difícil ser civilizado cuando sientes que tu equipo es objeto de una injusticia arbitral. Los estadios siempre han sido una catarsis colectiva donde lo apropiado es gritar, saltar, llorar, reír, vivir la pasión.
Los hinchas locales preocupados
Termina el primer tiempo cero a cero. Yo sigo divertido videograbando los rostros de los fanáticos. Capto todos los sonidos para entender los coros de los hinchas. En el estadio se borran barreras culturales. Nuestra una única cultura en ese momento es el futbol.
Inicia el segundo tiempo. Cae una pertinaz lluvia de arena sobre nosotros. Me dicen que en Beijing es común, debido a que los fuertes vientos arrastran la arena de Mongolia Interior. Pero no nos importa. Queremos ver un gol.
Los fanáticos han recobrado nuevos bríos. En el sonido local les piden gritar en apoyo al equipo de Básquetbol, los Ducks de Beijing, que en esa misma noche juegan la final.
El contagio energético llega a los jugadores de Gouan, quienes muestran una actitud más ofensiva en la cancha.