Entramos al terreno sagrado para los que viven el futbol como una religión: el campo de juego. El césped impecable, las gradas coloreadas con las playeras verdes —el color de los Beijing Guoan—, los fanáticos gritando a todo lo que dan sus pulmones. No hay duda, la fiesta futbolera es universal.

Hace mucho que el balompié dejó de ser un evento exclusivo para los hombres. China no es la excepción. Muchas mujeres presentes en las gradas, uniformadas de verde, lo confirman. Unos novios, parados junto a mí, muestran que ya no existe el dilema de pareja, donde ellos iban con sus amigos para ver el futbol mientras ellas no. Ahora las chicas también van y lo disfrutan.

Las gradas verdes, color del equipo de casa

El primero en aparecer en la cancha es el equipo de Tianjin, con uniforme blanco. El grito de buuuu, con el tono chino, por supuesto, aparece contra los visitantes. Calculo que el estadio, con una capacidad de 66 mil personas, registra una asistencia del 70 por ciento. No es una mala entrada y muestra el nuevo vigor futbolero de China.

Aparecen los gritos y aplausos porque las escuadra verde acaba de entrar a la cancha y se escucha la porra: ¡Guoan, Guoan, Beijing, Guoan! Todos estamos listos. Respetuosamente escuchamos el himno nacional de la República Popular China. Al término, el árbitro da el silbatazo inicial. El festín futbolero ha comenzado.

El primer tiempo pasa sin pena ni gloria. Aburrido es la mejor forma de describirlo. Yo estaba más emocionado viendo los rostros de angustia de los seguidores de Guoan, cuando peligrosamente el delantero de Tianjin se acercó al área chica y estuvo a punto de marcar el primer gol. El susto pasó, pero la angustia permanecía.