Tíbet, una tierra que transformó el dolor en progreso

Gabriela Becerra, 07-07-2011

Al igual que la mayoría de los extranjeros, antes de venir a China conocía muy poco de esta región autónoma. Mi única referencia había sido la película "Siete años en el Tíbet", del director Jean-Jacques Annaud, protagonizada por Brad Pitt, de corte comercial, pero despegada de la realidad. El pasado 15 de junio, se inauguró en Beijing la exposición sobre el 60 Aniversario de la Liberación Pacífica del Tíbet, así que aproveché la ocasión para conocer más sobre la historia y cultura de esta encantadora región.

Save and Share Tamaño de texto   2011-07-07 17:17:38 CRI

El Tíbet es uno de esos lugares que todo viajero quisiera conocer. Quizá porque guarda cierto misticismo, magia y misterio. Incluso, porque da la sensación de que es un destino inaccesible, poco explorado, casi inalcanzable, y ese aire de pureza y virginidad es lo que atrae a muchos turistas.

Al igual que la mayoría de los extranjeros, antes de venir a China conocía muy poco de esta región autónoma. Mi única referencia había sido la película "Siete años en el Tíbet", del director Jean-Jacques Annaud, protagonizada por Brad Pitt, de corte comercial, pero despegada de la realidad.

El pasado 15 de junio, se inauguró en Beijing la exposición sobre el 60 Aniversario de la Liberación Pacífica del Tíbet, así que aproveché la ocasión para conocer más sobre la historia y cultura de esta encantadora región.

A través de fotografías, pantallas digitales, mapas y algunos cuadros explicativos, pude conocer las pésimas condiciones en las que vivían los siervos tibetanos antes de su liberación en 1949.

Desde la Dinastía Manchú, que gobernó China de 1644 a 1912, se estableció en el Tíbet un régimen tipo feudal, en el cual los monjes tibetanos sometían a los campesinos a tareas forzadas y los privaban de todos sus derechos.

Aunque los emperadores chinos cobraban los impuestos y representaban oficialmente la máxima autoridad, los jerarcas budistas eran quienes realmente gobernaban y ejercían influencia sobre el pueblo tibetano, a través de la figura del Dalai Lama.

Según datos de la exposición, bajo dicho esquema feudal la población tibetana estaba dividida de la siguiente manera: la clase alta representaba el 2 por ciento de la población, el 3 por ciento eran sus agentes: capataces, administradores de las fincas y comandantes de sus ejércitos privados. En tanto, el 80 por ciento eran siervos, el 5 por ciento esclavos y el 10 por ciento monjes pobres.

Los siervos estaban obligados a entregar a sus amos el 70 por ciento de la cosecha, trabajando jornadas de 18 horas. Además, no podían usar los mismos asientos, palabras y utensilios que sus amos, ni casarse ni salir de la finca sin su permiso.

Las mujeres, como en muchas culturas ha sucedido, eran consideradas seres inferiores. Incluso, se les prohibía levantar los ojos más allá de la rodilla de un varón. Un hombre adinerado podía tener varias esposas, y uno con pocas tierras tenía que compartir una mujer con sus hermanos.

Si los siervos desobedecían, o se atrevían a mirar a sus amos a la cara, eran castigados con instrumentos de tortura como los que muestro en la siguiente fotografía.

Instrumentos de tortura para castigar a los siervos tibetanos

Este desolador panorama cambió a partir de 1950, cuando el Ejército Popular de Liberación, dirigido por el Partido Comunista de China, entró en el Tíbet para evitar que los señores feudales, las clases dominantes recién derrocadas, así como los norteamericanos, que querían declarar al Tíbet región independiente, acabaran con la joven República Popular China.

Si bien es cierto que en los años posteriores a la entrada del Ejército hubo revueltas contrarrevolucionarias y la firma de varios acuerdos, finalmente el Partido Comunista de China logró derrocar el feudalismo del Tíbet, dándole a la historia un giro de 360 grados.

Desde entonces, las condiciones de vida de los tibetanos han mejorado profundamente. Por ejemplo, antes de la liberación no había servicio eléctrico, agua potable, atención médica e infraestructura carretera. En cuanto a la educación, había pocas escuelas, y el lenguaje escrito sólo se utilizaba para el culto religioso.

Además, muchos siervos estaban desnutridos y contraían fácilmente enfermedades como la viruela, la lepra y el tétanos, por lo que el promedio de vida era de 35 años, cuando hoy es de 65.

Desde la introducción de la política de Reforma y Apertura, y siguiendo el principio de que toda la gente disfruta del derecho a la educación, vivienda y servicios médicos, el gobierno del Tíbet ha trabajado en proyectos de infraestructura y sustento para brindarle a su pueblo una mejor calidad de vida.

Con las siguientes fotografías, podemos hacer una comparación de cómo vivían los siervos antes de su liberación en 1950, y cómo lo hacen ahora.

Antes de 1950, los niños y ancianos morían por desnutrición.

Actualmente

Antes

Los siervos no tenían derecho a casa propia

Ahora

El gobierno tibetano ha puesto en marcha diversos proyectos de vivienda para los agricultores y pastores.

Los ancianos también eran obligados a trabajar

Antes de 1950 no había servicio de agua potable ni eléctrico.

Actualmente

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