El imponente Buda de Leshan, domador de ríos

Juan Carlos Zamora, 5 de septiembre

Partimos muy temprano con rumbo a la montaña Linhenshan, en donde en uno de sus costados fue tallado el gran Buda de Leshan. Hasta ese momento, la única referencia que tenía sobre él eran las fotografías y textos que había encontrado en Internet, pero no tenía muy clara su dimensión. Minutos después entendí por qué deja con la boca abierta a todos.

Save and Share Tamaño de texto   2010-09-07 11:21:46 CRI

Al parecer, los desbordamientos terminaron gracias al cambio del cauce del río, provocado por la gran cantidad de rocas que fueron arrojadas a sus aguas durante la construcción del Buda. Pero aquí nadie osa quitarle mérito al coloso.

Si la impresión es impactante desde arriba, mirar al Buda a la altura de sus pies es indescriptible. Me sentí insignificante. Sólo podía alzar la cabeza y contemplar con la boca abierta. Es difícil comprender cómo pudieron crear semejante obra hace más de 1,200 años, y más aún, cómo es que se ha conservado tanto tiempo, especialmente cuando la montaña es arcillosa y aparentemente frágil.

Durante los minutos que estuve ante el gran Buda fue incesante la lluvia de flashes: todo mundo quería llevarse a casa un recuerdo del protector de Leshan. Y no es para menos. Estar frente a él es un privilegio.

La voz del guía rompió con mi embeleso: era la hora de abandonar al gigante. Pero no importó, su imagen quedó grabada en mi memoria y en los pixeles de las decenas de fotos que tomé, que podrán explicar mejor que las palabras el dicho local que hace referencia al guardián de la ciudad: "La montaña es Buda y Buda es la montaña".


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