5 de septiembre
Partimos muy temprano con rumbo a la montaña Linhenshan, en donde en uno de sus costados fue tallado el gran Buda de Leshan. Hasta ese momento, la única referencia que tenía sobre él eran las fotografías y textos que había encontrado en Internet, pero no tenía muy clara su dimensión. Minutos después entendí por qué deja con la boca abierta a todos.
La ciudad de Leshan no es un monstruo como Beijing. Es más bien una ciudad pequeña bastante normal, con pocos edificios altos y una vida relajada. Sus habitantes están acostumbrados a los visitantes, pues aquí diariamente llegan miles de turistas de China y el extranjero.
Una de las cosas que hacen especial a Leshan es que está ubicada en la zona donde confluyen los ríos Min Jiang, Dadu y Qingyi. La fuerza del caudal y el sonido que produce realmente impone respeto.
Luego de varios minutos de camino, acompañados por la vista del río, llegamos a la montaña Linhenshan, y lo primero que vimos fue un templo budista, o por lo menos parte de él, pues en este momento se realizan labores de reconstrucción tras los daños que sufrió durante el terremoto que afectó Sichuan en 2008. La única parte abierta es donde se ubica la imagen dorada de un Buda, y es ahí donde cientos de personas acuden a ofrecer veladoras e inciensos y a hacer una reverencia.
Dejando atrás el agradable aroma del incienso, continuamos nuestro camino para entrar a un pequeño túnel. Lo que vi al salir me dejó impactado, una enorme cabeza se apoderó de mi visión: ¡era él, el Buda de Leshan, una mole de 71 metros de altura tallada en un acantilado!
Al dar unos pasos me encontré con la escalera que desciende hasta los pies del Buda. Eché un vistazo y mi asombro fue aún mayor al ver que ante su imponente presencia las personas tenían la dimensión de una hormiga.
El gran Buda está sentado y con las manos sobre sus rodillas. Tan sólo su cabeza mide casi quince metros de altura y diez de diámetro. Sus orejas tienen siete metros de altura. Sus hombros, veintiocho metros de ancho. El largo de sus pies es de once metros, y en cada una de sus uñas fácilmente cabe una persona sentada.
"¿A quién se le ocurrió crear semejante obra?" "¿Por qué?", eran las preguntas que muchos teníamos en la cabeza. Y el guía nos ilustró.
Hace casi 1,300 años, durante la dinastía Tang, las inundaciones eran frecuentes en Leshan y la crecida de los ríos producía numerosos naufragios. Ante esta situación, un monje budista de nombre Hai Tong apeló a las fuerzas sagradas para calmar el desastre y comenzó a tallar en el año 713 la monumental imagen. Noventa años después, sus discípulos terminaron la obra, y como por intervención divina las inundaciones dejaron de asolar a Leshan.